Jesús Garzón Heydt en Pollença.

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Jesús Garzón Heydt (Sopeña de Cabuérniga, Cantabria, 1946) es un referente mundial del ecologismo español y uno de los últimos pastores que practican la trashumancia. Miembro fundador de la Fundació Voltor Negre y de la Fundació Vida Silvestre Mediterrània (FVSM), pasa unos días en Mallorca con motivo de la celebración del 35 y 30 aniversario de estas fundaciones.

¿Cuál es su vínculo con la Fundació Voltor Negre?
—Tenemos un vínculo desde su origen. Empecé a trabajar en conservación en los años 70 cuando el fondo mundial para la naturaleza (WWF) me dio una subvención para estudiar la fauna amenazada en la Península. Vivíamos un momento de colapso del mundo rural por el retroceso de la base ecológica que dependía de los rebaños trashumantes. Empezaron a plantar grandes extensiones de eucaliptos y querían hacerlo en Monfragüe donde había una de las mayores colonias de buitre negro. Libramos una gran batalla (cuando aún no había asociaciones conservacionistas importantes) y conseguimos paralizarlo en 1979.

¿Lograron recuperar la población?
—De hecho, el número de ejemplares de buitre se disparó. Creamos el centro de recuperación y hubo un momento en el que teníamos que liberar buitres jóvenes, con la problemática que ello implica. Fue entonces cuando comenzamos a traerlos a Mallorca, porque aquí solo quedaba una pareja que criaba esporádicamente y es la única población insular del buitre negro en el mundo.

¿Por qué dice que el fin de la trashumancia acaba con la base ecológica?
—En el Mediterráneo, el problema de la erosión es muy alto y hace que el aporte de las encinas, olivos y algarrobos en las cumbres y laderas (por la lluvia y el viento) se acumule en la tierra baja. La única manera de reponer esa pérdida en las cumbres es ir contra la gravedad usando el ganado extensivo.

¿Remar contra el viento?
—En cierta manera. Una oveja come 5.000 semillas y excreta 3 kilos de estiércol. Las semillas que esparce están preparadas para germinar. El abono de alta calidad es fundamental en un mundo en el que los abonos químicos se acaban porque dependen del petróleo. El mundo se va de las manos por una cosa tan simple como no tener un rebaño pastando.

Algunos lo llaman el círculo de la vida...
—Nosotros decimos ‘De la cuna a la tumba’, los políticos lo llaman ahora economía circular. El buitre negro es el ejemplo de la cima de esa pirámide que cierra el ciclo natural.

¿Debemos volver a los orígenes?
—Es lo que llamamos retroinnovación. Invertir en el sector primario es imprescindible para conservar el medio, generar empleo y para el autoabastecimiento con productos de calidad. La guerra de Ucrania ha hecho visibles nuestras debilidades.

¿Qué futuro nos espera?
—El mundo cada vez es más ciudadano. Más del 50 por ciento de la población es ya urbana. Debemos conseguir que se conserve la naturaleza y las características del mundo rural. En 2026 se celebrará el Año Mundial del Pastoreo en Mongolia, organizado por la FAO.

¿Los fondos Next generation son una oportunidad de cambio?
—Totalmente. Que un 0,1 por ciento de los fondos Next Generation se empleara para recuperar la ganadería extensiva como actividad imprescindible para la conservación y generación de empleo supondría un gran cambio. Tenemos un 50 por ciento de paro juvenil. Perdemos una generación imprescindible que se enfrentará al problema añadido del cambio climático.