Los payeses y sus acompañantes en campos extremeños.

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Hay veces que la vida nos abofetea en la cara con una imagen delirante que no deja de ser un reflejo de la realidad del mundo megalómano en el que vivimos. Eso es lo que ocurrió este lunes en el aeropuerto de Palma cuando un grupo de payeses de Lloseta y Pollença (acompañados de varios familiares y amigos) quedó atrapado en un ascensor de Son Sant Joan. ¿Qué harían ustedes en circunstancias parecidas? Nos dice el sentido común que lo lógico es pulsar el botón de emergencias del ascensor y esperar a recibir ayuda, pero la sabiduría popular, mucho más diestra en estos asuntos ya nos advierte que ‘del dicho al hecho hay un trecho’.

Ante la falta de respuesta de AENA a la llamada del botón de emergencias y tras una desesperante espera, el grupo acabó telefoneando al 112 que fue quien envió a los bomberos. «¿Cómo es posible que las autoridades planeen gastar más de 300 millones de euros en la ampliación de un aeropuerto que al final es tercermundista?». El presidente de la cooperativa payesa de Pollença, Martí Solivellas, resume en esta frase el sentir de su grupo. Sentir que no es más que el reflejo del de otros muchos ciudadanos que (aunque en silencio) discrepan de las inversiones megalómanas pero, callan, otorgan y caminan en rebaño como los borregos.

PALMA - TURISTAS EN EL AEROPUERTO DE SON SANT JOAN.ÂÂ
Aeropuerto de Son Sant Joan.

Mientras, la arquitectura megalómana sigue ganando terreno al campo. De borregos, sabe mucho precisamente el grupo que volvía a Son Sant Joan tras realizar una visita por tierras de Extremadura. Martí Solivellas explica que, acompañados de algunos familiares y amigos, visitaron varias queserías y se interesaron por las distintas formas en las que se hace el despiece de la carne.   

Pese al avance del monstruo turístico comiendo terreno al campo, nuestros payeses siguen apostando por un modelo de ganadería sostenible y de proximidad. Para ellos el aeropuerto no es sino una necesidad de transporte igual que sus casas payesas son, simplemente casas y no se les ocurrirá meterlas en la vorágine turística. Simplicidad, autoabastecimiento y sentido común. Mucho tenemos que aprender de la tradicional vida payesa.