El músico y profesor Sebastià Llinares.

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Sebastià Llinares Roca (Muro, 1985) ha hecho del arte musical su vida entera desde muchos y muy variados aspectos. Su impresionante currículum incluye la docencia, la composición, la formación en varios instrumentos y más recientemente, su nombramiento como director de la Banda de Música Unió Artística Murera.

¿Cuál fue el primer pensamiento que le vino a la cabeza cuando recibió la noticia de que era el nuevo director de la Banda de Muro?

Al recibir la noticia percibí un cambio repentino en mi interior, una intensa sensación de responsabilidad. La Banda de Música Unió Artística Murera forma parte de la estructura cultural, social y educativa de nuestro municipio y saber que sus miembros habían expresado su confianza en mí casi por unanimidad fue muy gratificante.

¿Qué piensa hacer al frente de esta institución para revitalizar la cultura en el pueblo?
— Nuestro proyecto artístico durante estos dos próximos años describirá un amplio abanico de estilos musicales y de nuevas configuraciones instrumentales. Ya hemos salido a escena con un nuevo formato de banda sinfónica, incorporando instrumentos de cuerda y en unos meses realizaremos un concierto integral de jazz, adaptando nuevamente la instrumentación. Pienso que la cultura en nuestro municipio siempre ha estado fuertemente activa y en el ámbito musical, debemos estar orgullosos de poder presenciar este año el decimoctavo Festival Miquel Tortell, que contará con la participación de artistas internacionales.

¿Cuál es el mayor reto al que se enfrentará al frente de la banda?
— El camino que tenemos por delante es dificultoso y a la vez ilusionante. Imagino que lo más difícil será dar un gran paso hacia adelante a nivel interpretativo. Todos sabemos que la música es un lenguaje, una forma de expresión capaz de transmitir conceptos, ideas, emociones o estados de ánimo pero muchas veces como intérpretes nos olvidamos de ello y centramos una gran parte de nuestra atención en aspectos técnicos. Para superar este reto intentaré dar personalidad, estilo y carácter a las interpretaciones de la banda de música, para que todos los componentes sean cada vez más conscientes de lo que implica ser un artista y entiendan que difícilmente se consiguen vibraciones en el alma del oyente si previamente no vibra uno mismo.

Las bandas son un elemento clave en la educación musical, pero también parece tenerse una visión un tanto anticuada sobre ellas. ¿Tienen margen para la modernización?
— Claro que sí, y sin duda trabajaremos mucho en este sentido. Es muy importante que las agrupaciones de esta naturaleza tengan una gran conexión con la gente, al fin y al cabo, saldremos a tocar para ser escuchados. Por otra parte, la Federació Balear de Bandes de Música y Associacions Musicals lleva más de 30 años ejerciendo como nexo de unión entre todas las bandas de Balears para aunar criterios que hagan que la música y los músicos de banda se encuentren en el lugar que les corresponde.

¿Qué importancia ha tenido para usted la música a lo largo de su vida?
— La música es el eje de mi vida. Ha estado presente en todas mis etapas personales, ha sido desde la temática de los campamentos de verano a los que acudí en mi infancia y juventud hasta el principal punto de unión con amistades. Cada uno de nosotros va configurando de algún modo la banda sonora de su propia vida, recopilando melodías que quedarán ligadas a días o sucesos determinados. La música, desde un punto de vista colectivo ha configurado nuestra identidad social y cultural. Por otra parte, me fascina el estudio de la música como ciencia. Muchas de mis composiciones están ambientadas en el cosmos, sus planetas o nuestro sistema solar. Al fin y al cabo, el universo es pura vibración, una realidad cósmica vibrante de la que ya habló Pitágoras y que la ciencia moderna ha confirmado.

En momentos de tensión social ¿qué papel desempeña la música como fenómeno colectivo?
— Pienso que muchas veces no somos del todo conscientes del enorme poder de la música y de las artes en general. Evidentemente la música no cura una pandemia, pero nos hace más felices. Todos hemos visto historias recientes de terrazas que se han convertido en salas de concierto para inyectar optimismo, afecto y solidaridad durante el confinamiento. Desde una perspectiva histórica, hay que tener en cuenta que el surgimiento de nuevas corrientes musicales y artísticas ha ido normalmente ligado a momentos de gran inestabilidad política, social y económica. Cuando las cosas no vayan bien, un artista creador siempre tendrá un salvoconducto para demostrarnos que dentro de todo lo malo, siempre hay algo bueno.