Ángeles y Martin, saben ponerle buena cara al mal tiempo para salir adelante.

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Ángeles Rosas está casada con el galés Martin, con quien tiene cinco hijos de 25,13, 12, 11, y 9 años, y un nieto de dos años y medio. Viven en Magaluf. Es una historia que da que pensar. Porque, vean...

Ella es temporera, fija discontinua –ha trabajado, desde hace 30 años, como encargada de camareros, en el Tom Brown, paralelo a Punta Ballena, «pero este año no ha abierto»– y está en el ERTE, percibiendo mil euros al mes… Hasta que finalice octubre, en que, en teoría, se queda sin nada. Por su parte, su marido es carpintero y albañil, pero no tiene trabajo, por lo que los ingresos por su parte son, prácticamente, inexistentes. «Y no puede trabajar, ya que las empresas en que podría hacerlo tienen a sus trabajadores en ERTE, por lo que no pueden contratar a nadie».

También ella da clases de inglés, «lo cual era un ingreso que nos venía muy bien, pero en lo que llevamos de año, a causa de la COVID-19 y sus consecuencias económicas, no he dado ni una».

Por todo lo apuntado, su situación económica está parada, en un callejón sin salida, pues lo del ERTE que percibe ella se destina para hacer frente a los gastos: hipoteca de casa, luz, agua, devolver un crédito que pidieron para vivir… «Y si algún mes me sobra algo, ¡que se yo, 50 euros…!, los gasto comprando carne para los niños».

Los jueves, milagro

Ángeles y los suyos, junto con otras cincuenta, o más, familias de Calvià que están en sus mismas condiciones, es decir, que no tienen nada, aguardan la llegada del jueves, «pues ese día nos visita Manu, algo así como un Papa Noel, dejándonos comida y dinero, además de esperanza, amor y humildad, que donan los vecinos de Calvià, que no el Ajuntament –subraya–, y que él retira de diez puntos concretos donde los depositan. Tam- bién, cuando cierra algún restaurante, u hotel, o ambos, nos trae la comida que les sobra. Sí, gracias a él, y a ellos, tenemos esperanzas…».

Por otra parte, Ángeles ha abierto un muro en Facebook, el Go fund me, con el fin de recoger dinero. «Hace unos días retiré los 350 euros que llegaron por esta vía, y se los di a Manu para que los repartiera entre las familias necesitadas».

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¿Qué si el Ajuntament conoce la situación precaria que atraviesan muchas familias del municipio…? «Por supuesto que lo sabe, ya que nos hemos manifestado en distintas ocasiones. Incluso algunos se han entrevistado personalmente con concejales, pero les han dicho que están preparando la temporada que viene, lo cual nos hace pensar que de esta se han olvidado completamente… Les han pedido también que permitan abrir, por motivo de Halloween y la Navidad, Punta Ballena y otras calles, pero han dicho que no pueden por la COVID-19. Y… Claro, a nosotros nos extraña que Punta Ballena esté cerrado, excepto el banco. Porque si hay coronavirus, lo hay en todas partes, ¿no? Porque tampoco ha dejado de funcionar el ORA, ni los cajeros de los bancos, donde tienes que teclear por fuerza... Pues por lo visto, ahí tampoco hay COVID. Como tampoco parece que lo hay en el antiguo Aquapark, donde el Ajuntament ha hecho un festival de música a lo largo de verano, ni en Port Adriano, escenario de conciertos durante los últimos meses. ¿Es que acaso en esos lugares tampoco hay coronavirus…? Por ello, ya digo, creo que no ha estado bien cerrar esas calles, ni tampoco el ocio nocturno. Los locales están insonorizados y cumplen con la normativa… ¿Qué hay gente que monta escándalos en la calle? De eso no tiene la culpa el empresario. Eso es una cuestión de orden público, por tanto que pongan más guardias… Que si los hubiera, los turistas alborotadores se andarían con más cuidado…».

El banco no perdona

Por otra parte, y por si ya faltara poco, «cuando tienes que hacer alguna gestión de tipo médico, te dicen que la hagas a través de un teléfono que nunca contesta, o que contesta tras mucho insistir». Otro de los problemas a los que Ángeles y Martin se han tenido que enfrentar este año –ellos y otras muchas familias también– ha sido cuando han tenido que comprar los libros de sus hijos para el curso escolar. «Yo no sé los demás qué han hecho, pero a nosotros el colegio nos ha entregado los libros y no nos ha hecho pagar nada por ellos. Lo único que hemos de comprar es el material escolar, pero como estoy acostumbrada a reciclar cosas, he reciclado viejos bolígrafos, lápices, gomas, cuadernos… ¡Ah!, bueno… El Ajuntament, a algunas personas, nos ingresó 180 euros para ayudas, pero al entrar el dinero en mi cuenta, como estaba en números rojos, el banco se lo quedó. Porque los bancos no perdonan nada, eh. No entienden de virus ni de sus consecuencias. Porque en otra ocasión teníamos una pequeña hucha en el banco para nuestros hijos, y como el ERTE se retrasó, y nosotros no teníamos efectivo, al reclamarnos un desfase de 800 euros, y pese a que intenté con anterioridad negociarlo para que no lo cobraran hasta que me llegara el ERTE, pero como no quisieron… Pues tuvimos que echar mano de los ahorros de dicha hucha, lo cual me produjo una gran pena, pues era dinero de los niños».

En noviembre, sin ERTE

En cuanto al futuro... «Pues lo vemos mal. Ya digo, nosotros nos quedamos sin ERTE dentro de un mes. Dicen que el Govern, a los fijos discontinuos, nos va a dar una ayuda. Si nos la dan, bienvenida sea, sino… Ya veremos. Seguiremos viviendo de lo que nos trae Manu los jueves y de la esperanza… Porque, por desgracia, el Gobierno solo nos quiere dar una limosna… Y a otros, nada, y como no nos dejan trabajar… Pues nos está arruinando la poca independencia económica que teníamos, así como el equilibrio moral que nos está manteniendo. Por ello –apostilla–, pedimos que no falte el trabajo y que lleguen turistas, ya que vivimos de ellos, y ellos están encantados de venir a nuestra isla, pues consideran que es un lugar maravilloso. Mientras tanto, y a falta de turistas, que fomenten cursos, pero pagando a los que asisten».

Como hemos apuntado anteriormente, son muchas las familias que lo están pasando mal en Calvià, «pero dentro de lo que podemos, nos ayudamos los unos a los otros. Yo, por ejemplo, cada vez que cocino y veo que algún vecino lo está pasando mal, le cedo parte de la comida. Supongo que todos hacemos lo mismo, pues, según se suele decir, los pobres damos más que los ricos...»

Luego nos habla de Cristina y de su hija, Carla, que tiene una niña pequeña. «A Carla se le acabó el paro y no le dan trabajo, y si solicita una tarjeta de comida a los servicios sociales le piden toda la documentación del Universo. Por eso, si puedo, la ayudo, como supongo que también harían ellos...».

Cristina y Carla, sin trabajo, sin paro y con una niña.