Los pollencins han celebrado este Sant Antoni 2020 su fiesta del Pi. | M. À. Cañellas

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«El gallo es la simbología del pueblo y queremos que quede. No impediremos que pueda haber un gallo vivo en la corona del pino. Partidos, la administraciones de justicia y del Govern nos han dicho que vayamos alerta, pero no todo es evitable». Las declaraciones del alcalde de Pollença Tomeu Cifre Ochogavía (Tots) cuando el Pi de Sant Antoni 2020 aún estaba a 10 metros de la Plaça Vella bastan por sí solas para describir lo que este viernes se vivió en Pollença.

La cesta que corona el Pi de Sant Antoni de Pollença ha incluído al menos durante décadas (más de un siglo según tratan de demostrar los expertos) un gallo vivo como premio. En los últimos años el gallo se acompañaba de una cantidad de dinero en metálico para premiar la ‘destreza’ de quien lo alcanzara. En 2018, tras reiteradas denuncias de los animalistas y un acuerdo de pleno que respondía a las reivindicaciones de Alternativa (en la oposición), el entonces alcalde Miquel Àngel March (Junts) decidió eliminar por primera vez, no solo el gallo vivo, sino la cesta de la corona.

Hay que decir que el de 2018 no pasó sin embargo a la historia por ser el primero sin gallo vivo sino porque, con cerca de 22 metros de longitud, el árbol se partió prácticamente por la mitad al forzarlo para entrar en la Plaça Vella. Causó un herido grave.

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Para evitar que se repitieran situaciones de riesgo como aquella, en 2019 el Ajuntament estableció junto a una comisión de expertos una longitud máxima de 20 metros para el Pi de Sant Antoni. El de este viernes medía 21,5 metros, un metro y medio más de lo pactado.

Visto lo visto, la fiesta sumaba este viernes doble polémica: longitud y gallo. En la primera curva del recorrido desde Ternelles pasó lo previsible, la ramera del Pi se tronchó y la comisión decidió hacer una apaño con una cuerda. Para cuando llegó a las puertas de la Plaça Vella apenas quedaba una ramita con púas de pino en la punta. En la operación de entrada, perdió el resto y quedó pelado como un palo. Los expertos apuntaban que la ramera medía más de tres metros, por lo que el Pi de Sant Antoni 2020 medía unos 19 metros ya en la Plaça.

Con todos los ojos puestos en la cesta (imprescindible para ocultar un gallo vivo), el pino finalmente se alzó en la Plaça a las 21 horas. Se vaticinaba una subida express, pero las cuerdas dieron problemas y más de un susto. Finalmente lo coronó Josep Nadal a las 22.30 horas. Al pie del árbol apareció el gallo vivo... en una jaula.