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El histórico celler Can Amer de Inca cerrará sus puertas el próximo 7 de enero, tras las fiestas de Navidad. Tomeu Torrens ha confirmado a Ultima Hora que dejará el celler que durante casi medio siglo ha regentado su familia; primero sus padres, Pep Torrens y Antònia Cantallops, que lo abrieron en 1971, hasta que en 2005 él tomó las riendas del negocio y lo convirtió en un referente de la cocina mallorquina contemporánea.

Paralelamente, Torrens abrirá un nuevo restaurante en el polígono de Lloseta, donde ya cuenta con unas instalaciones modernas en las que están las cocinas centrales de su negocio de catering. Más adelante, en Semana Santa, tiene previsto abrir al público el restaurante que tiene en Selva y que actualmente solo utiliza para banquetes. «Éste será el nuevo Can Amer», explica Torrens, que además cuenta con dos restaurantes más, L’Àngel en Inca y Can Ribera en Muro.

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El motivo que han llevado a Torrens a tomar esta decisión ha sido la falta de acuerdo con la propiedad del edificio. «Llevamos 49 años encadenando contratos de cuatro años, nunca han querido vender ni hacer contratos más largos, y con cada renovación nos suben el alquiler. Es un edificio viejo y necesita unas inversiones que rondan los 200.000 euros para cumplir la normativa, eso añadido a unos 40.000 euros anuales de alquiler», afirma el restaurador. Tomeu Torrens se crió entre las húmedas paredes de esta antigua bodega reconvertida en restaurante, y lo hizo al calor de los fogones de su madre, de quien aprendió el oficio. Su vida y su fama están ligadas a Can Amer desde la cuna, pero él ha diversificado el negocio de la restauración. «Mis padres fueron esclavos de esta cláusula del alquiler porque Can Amer era su medio de vida, pero yo por suerte tengo otros».

Can Amer ha sido un claro ejemplo de la evolución de los antiguos cellers de vino que abundaban en Inca. Antes de la década de los cincuenta, en los cellers se dejó de servir exclusivamente vino para incorporar una serie de platos tradicionales para hacer frente a la demanda de los turistas que visitaban Inca.

Un celler con historia

Era una carta que se citaba de memoria (frito, vino, pijama y café) y que no varió hasta los años ‘70, gracias a la bonanza provocada por el calzado, que trajo mayores exigencias de empresarios y trabajadores. «Mi madre fue la primera en innovar en cuanto a la oferta gastronómica pues iba incorporando recetas que aprendía y las adaptaba a las necesidades del restaurante», recuerda.

También su padre, Pep torrens, fue fundamental en el éxito del negocio. «Trabajó hasta los 83 años, era admirable», recuerda sobre Pep Torrens, fallecido en 2018.