Imágenes del simulacro de moros y cristianos del Firó de Sóller 2019. | Pilar Pellicer

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Una vez más, las tropas solleriques de Joan Angelats con la ayuda de las milicias y voluntarios de los pueblos vecinos -como Alaró, Santa Maria y Bunyola- se enfrentaron este lunes a las hordas saqueadoras de Ulutx Alí y consiguieron repeler el intento de invasión. De nuevo también, el simulacro de los hechos históricos del 11 de mayo de 1561, congregó a miles de personas, entre participantes y público, en los diferentes escenarios de la multitudinaria recreación histórica.

En la celebración de este año también ha habido novedades, especialmente en lo que se refiere a las medidas de seguridad, con más refuerzo de vigilantes jurados en los accesos a las principales localizaciones del evento, especialmente a la plaza Constitució, y más control sobre el uso de la pólvora negra por parte de los participantes armados con trabucos, arcabuces y espingardas, que solamente las han podido descargar en zonas debidamente acotadas y separadas del público.

Los problemas que el año pasado hubo con este explosivo al impedir la Guardia Civil en el último momento el transporte de cierta cantidad, no han ocurrido este año ya que toda la parte burocrática se pactó previamente con precisión. Hasta 38 quilos de pólvora negra (dos por cada portador de arma de avancarga) se distribuyeron entre las tres batallas a lo que se añadieron 250 cartuchos de salva para cada una de las 39 escopetas registradas. Casi 10.000 disparos en total sin contar la pirotecnia. Un representante de Intervención de Armas de la Benemérita controló este lunes al mediodía que todo estuviera en orden y se realizó una descarga de prueba ante el Ajuntament, con el consiguiente trastorno de los turistas no advertidos.

Un gran dispositivo de Policía Local, Guardia Civil, Protección Civil y seguridad privada velaron por la seguridad en todo momento. Este año, además, la Policía Local contaba con una nueva ordenanza reguladora del consumo del alcohol en la vía pública, lo que ha permitido sancionar la practica del botellón y el consumo de alcohol fuera de las zonas delimitadas o itinerarios de la fiesta.

A primera hora de la tarde se iniciaba el simulacro con la concentración de las tropas payesas en la plaza donde el capitán Angelats (encarnado por Guillem Coll Plaza) arengaba a sus hombres y, al grito de A la lluita sollerics! les pedía valentía ante la dura jornada que les esperaba después de avistarse una numerosa flota de fustes argelinas en las proximidades del Port. Como de costumbre, el capitán tomó el juramento a su lugarteniente el Sergent Soler, un veterano de los tercios de Flandes protagonizado por el también veterano del Firó, Joan Far. También juraron lealtad al Rey el capitán de Alaró (Marc Martínez); el de Santa Maria (Pep Toni Martínez) y del de Bunyola (Tomeu Coll), todos ellos ante la atenta mirada del Virrey Guillem de Rocafull (Joan Jaume Marqués).

Las tropas se dirigieron inmediatamente al Port y consiguieron repeler el primer ataque corsario en la playa de Can Generós cuando eran poco más de las cinco de la tarde. Sobre la arena el enfrentamiento fue cuerpo a cuerpo entre pedradas, explosiones, disparos, garrotazos tajos y estocadas, sin descontar agarres ni puñetazos, todo ello simulado, por supuesto. Un hora más tarde el desembarco se repetía en la playa d’en Repic, esta vez con éxito y ya no se pudo contener el avance corsario hasta el pueblo, aunque la milicia local lo intentaba de nuevo en el Pont d’en Barona.

Aún así, la avanzadilla corsaria conseguía llegar hasta la plaza de la iglesia y saquearla, igual que otros edificios, en uno de los momentos de más acción de la fiesta, recreando perfectamente el asalto a la iglesia parroquial (con el derribo de las puertas (falsas para esta ocasión). Las mujeres refugiadas en el recinto presentaron también una fuerte resistencia. Este año por primera vez las Valentes Dones arengaron a las pageses (el colectivo más numeroso del Firó) para que resistieran hasta la llegada de las tropas. Éstas, bajo el mando de Angelats, se habían replegado y entraron por sorpresa en la plaza para conseguir la victoria final y, una hora más tarde, proclamar la Victoria desde el balcón de la Casa Consistorial. El canto de la Balanguera ponía fin al simulacro cuando ya eran las diez de la noche. Todo había terminado, una vez más, de forma satisfactoria para los sollerics.