A pesar del mal tiempo, unas 200 personas se animaron a subir hasta la Torre de Sant Elm para celebrar el ‘Pancaritat’ de Andratx. | Michel's

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Una lluvia fina, pero que no dio tregua en todo el día, deslució los Pancaritats del Dilluns de Pàsqua. Solo Pollença y Andratx mantuvieron sus romerías a pesar del mal tiempo, mientras que Mancor, Muro y Selva suspendieron los actos previstos.

Alrededor de doscientas personas, algo menos de la mitad que en años anteriores, participaron en la romería a la Torre de Sant Elm, a pesar de que durante la caminata la lluvia hizo acto de presencia. Los marxaires salieron desde Andratx y s’Arracó en dirección a Sant Elm escoltados por la Policía Local.

Una vez allí la Associació de Capgrossos de s’Arracó los esperaba con panades, robiols y todo tipo de produtos típicos de estas fechas. En la pequeña capilla de la Torre de Sant Elm fue oficiada una misa y acto seguido, dio comienzo la ballada popular que se repite cada año con motivo del Pancaritat.

Otro municipio que continuó según lo planeado fue Pollença. Una espesa niebla se instaló desde la madrugada alrededor del Puig de Maria, pero no fue impedimento para que casi un centenar de pollencins y pollencines subieran a pie a cumplir con la tradición. Joan Ferriol, presidente de la Obreria del Puig de Maria, explicó que se habían preparado siete kilos de arròs brut, además de panades y robiols, pues el sentido de estas romerías antaño era terminarse las pastas de Pascua.

En la ermita del Puig de Maria se celebró una misa cantada con el ball de l’oferta para después dar cuenta del arroz a cubierto en el Refrectori.

En Selva y Caimari se suspendieron los actos ya la noche del domingo, salvo un partido de futbito de los Quintos del 2001, mientras que en Mancor de la Vall no se pudo celebrar la romería en la explanada de Santa Llúcia, aunque algunos vecinos subieron a oír la misa en la ermita.

En Muro, a primera hora de la mañana se suspendieron oficialmente los actos previstos en la ermita de Sant Vicenç. Sin embargo, los murers no quisieron quedarse sin fiesta y trasladaron las comidas a base de paella a distintos locales y cocheras. El grupo más numeroso fue el de la Tercera Edad, con unos 190 comensales bien aposentados en su local social mientras la paella se cocinaba sobre fuego de leña en una calle próxima. La familia de Can Pepet, una de las más veteranas en la tradición de ir a Sant Vicenç, fue otra de las más numerosas, con 60 miembros de todas las edades reunidos en una portassa. El alcalde, Martí Fornés, cocinó la paella mano a mano con su sucesor al frente de la candidatura, Antoni Serra.

Y mientras los murers disfrutaban de la jornada en un ambiente familiar, las calles de la zona de bares se preparaban para el desembarco de centenares de jóvenes que cada año llegan dispuestos a celebrar su particular fiesta de «botellón». La mayor presencia policial ha hecho que en los últimos años no haya incidentes importantes, más allá del incivismo y la suciedad.