El estudio de la UIB revela la implantación de nuevos usos en el municipio de Pollença que desplazan a la payesía. La superficie de árboles, especialmente frutales y olivos es la que más ha retrocedido. El suelo agrícola de Pollença ha perdido 346,5 hectáreas desde 1990. | Elena Ballestero

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El negocio del ladrillo se ha comido ya un 2,3 por ciento del suelo agrario de Pollença. El suelo agrícola ha perdido una media de 346,5 hectáreas desde el año 1990 según el Estudi sobre l’habitatge a Pollença realizado recientemente por la Universitat de les Illes Balears (UIB). El boom de la construcción pasa factura especialmente a los frutales y olivos.

El estudio de la UIB, firmado por Ivan Murray Mas y Margalida Mestre Morey, rompe el mito de que el tejido urbano crece a costa del suelo forestal y seminatural (se ha mantenido estable con un ligero incremento) evidenciando el drama que vive la payesía, desplazada por los nuevos usos del suelo, principalmente el turístico.

Especulación

«Si me dijeran que la cifra es aún mayor me lo creo, es un auténtico desastre, los cencerros molestan a los turistas y cada vez nos ponen más problemas... El suelo se pierde construyendo, pero también especulando», advierte Martí Solivellas, presidente de la cooperativa payesa de Pollença.

Solivellas confirma que los frutales, especialmente las higueras, son los que han perdido más terreno: «Pollença llegó a conocerse en los años 60 y 70 como el ‘poble de les figues’ y hoy las higueras han desaparecido totalmente».

El negocio era próspero y los higos secos de Pollença gozaban de gran fama dentro y fuera de la Isla exportándose habitualmente a lugares como Valencia.

El higo servía además para alimentar a los cerdos en un municipio en el que la industria cárnica de transformación para la elaboración de embutidos estaba en auge. «En los años 70 en el pueblo había muchas industrias que exportaban sobrasada pero cerraron en los 90», explica el presidente de la cooperativa.

Precisamente la cooperativa de Pollença planeó hace unos años recuperar esta industria con un proyecto para la comercialización del higo, pero la dificultad de las importaciones de higos turcos y las estrictas exigencias sanitarias frenaron su viabilidad y el modelo duerme hoy en un cajón en espera de una oportunidad mejor.

Hoy apenas hay en Pollença unos 40 o 50 payeses que vivan a título principal de la ganadería o la agricultura. La mayoría de ellos se dedica a la producción del cordero bajo la marca de calidad Mé de Pollença.

Como la higuera, el olivo, corre riesgo de desaparición. «En el pueblo había también cinco almazaras pero ya no queda ninguna muchos olivares se han abandonado y el pino también los ha invadido», dice Solivellas.

El presidente de la cooperativa payesa hace un llamamiento público: «Si seguimos teniendo tanta presión turística perderemos el paisaje agrícola. Hay que ser conscientes de que vivimos en una isla con recursos limitados y sería bueno establecer unos números clausos»