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Y pasó otro Dijous Bo. Como cada año, las calles de la ciudad de Inca se llenaron este pasado jueves de gente, aunque hubo menos que en otras ediciones, y de políticos, que hubo muchos más que en los últimos años.

Aunque la estampa que se vivió fue la de los tradicionales ríos de gente, pasear por las calles más céntricas de Inca era relativamente fácil. Este hecho se repite en las últimas ediciones de la gran feria que pierde fuelle frente al Dimecres Bo, que de cada año coge más fuerza. De hecho, era más difícil moverse por el centro durante la tarde del miércoles que no este jueves. Según fuentes oficiales, durante el miércoles y el jueves visitaron la ciudad unas 150.000 personas, alrededor de 30.000 personas más que el año pasado. El buen clima (solo llovió ligeramente a primera hora de la mañana) propició a la buena participación en los dos días de fiesta.

Para velar por la seguridad de esta gran afluencia de gente se montó un gran dispositivo. Alrededor de 300 agentes de la Policía Local, Guardia Civil, Protección Civil y seguridad privada velaron por el buen funcionamiento del Dijous Bo, en el que no se deben destacar incidentes graves (solo hubo dos detenidos durante la noche de marcha por hurtos y una pelea). Como ya va siendo costumbre, el helicóptero de la Guardia Civil sobrevoló Inca durante toda la mañana de ayer y su sonido provocaba que la gente levantara curiosa la cabeza para verlo. Los agentes de la Benemérita, equipados con chalecos antibalas y armas, tampoco dejaban indiferentes.

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Recepción oficial

De hecho, una pareja de la Guardia Civil escoltó a la comitiva política por todo su recorrido. Un recorrido que empezó pasadas las 10.30 horas de la mañana después de que el alcalde Virgilio Moreno, y su equipo de regidores, recibiera a las autoridades en las puertas del Ajuntament. El espacio habilitado para ello quedó totalmente pequeño debido a la gran afluencia de dirigentes que no se quisieron perder la última feria antes de las elecciones. Estuvo la presidenta del Govern, Francina Armengol (que solo ha fallado a un Dijous Bo de su mandato por encontrarse enferma) y el president del Consell, Miquel Ensenyat (que solo había asistido al primero de esta legislatura y ayer se fue poco después de hacerse la foto oficial). Tampoco faltaron la delegada del Gobierno, Rosario Sánchez, o los consellers del Govern Vicenç Vidal, Iago Negueruela y Bel Busquets. Del Consell estuvieron Mercedes Garrido y Jesús Jurado. Del PI se pudo ver a Jaume Font y Antoni Amengual, y del PP no faltaron Marga Prohens, Llorenç Galmés, Jeroni Salom y Joan Rotger, aunque sí se notó la ausencia de Biel Company que no asistió por problemas de agenda. El presidente de Actúa–Vox, Jorge Campos, también estuvo. Los máximos mandatarios fueron acogidos por los representantes políticos de sus partidos en Inca.

Y tras la recepción, empezó el paseíllo. Arrancaron todos juntos pero solo llegaron hasta la plaza Santa Maria la Major donde se encontraba la muestra de empresas de calzado. A partir de ahí, cada uno se fue con los suyos y la comitiva oficial quedó formada solo por los del PSOE, con Virgilio Moreno y Francina Armengol al frente. Los representantes no se volvieron a juntar ni siquiera en la entrega de premios del Concurs Morfològic de Porc Negre, como solía suceder, y solo los políticos que tenían que entregar premios y algunos de Més y del PSOE acudieron a la cita, que fue poco concurrida.

Pero dejando de lado a los políticos, los vecinos y visitantes vivieron su propio Dijous Bo y recorrieron las diferentes ofertas que se podían encontrar en los 600 expositores que llenaron ocho kilómetros de feria. En la plaza Llibertat, la Associació de Forners i Pastissers de Balears ofreció un taller de ensaimadas y en la calle Jaume Armengol se montó un huerto en el que había un burro que indignó a un gran número de transeúntes que denunciaron que no estaba en las mejores condiciones. Desde la organización apuntaron a que el animal trabajaba una hora y descansaba otra, al igual que lo hacía la somera de la noria. Con ello se quiso reproducir una estampa típica del campo mallorquín que no gustó a algunos.