La calabaza de Miquel Cloquell (primero por la izquierda) venció en la categoría gigante pero no batió el récord.

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Los humanos repetimos con frecuencia aquello de que «el tamaño no importa» mientras miramos de reojo al vecino de al lado, pero lo cierto es que el tamaño importa y mucho, cuando se trata de crear espectáculo.

La Fira de la Carabassa celebró este domingo su decimoprimera edición ante un público multitudinario que disfrutó del ya clásico concurso de calabazas, principal atractivo de una muestra que mantiene vivo en la memoria el récord histórico que logró Miquel Cloquell en 2016 con un ejemplar de calabaza gigante de 529 kilos de peso.

Este domingo Cloquell repitió su magia aunque no fue capaz de batir su propio récord. La ganadora en la categoría de Calabaza gigante, de la finca de Can Parril, alcanzó este domingo los 393,2 kilos de peso. Pero como el tamaño, aunque importa, no lo es todo, este año el concurso presentaba novedades de cara a prestigiar a la pequeña calabaza autóctona que compite con una categoría propia.

Ya lo avisó el año pasado la organización, para competir en la categoría de calabaza autóctona, las hortalizas deben cumplir escrupulosamente con los estándares. Este domingo el jurado consideró que seis de las 26 calabazas autóctonas en competición no presentaban la pureza necesaria de modo que acabaron compitiendo en la categoría de las gigantes que sumó 15 ejemplares.

El vencedor en la categoría autóctona fue Bernat Cloquell con un ejemplar de 65,6 kilos. Las calabazas autóctonas, de menor tamaño y mayor palidez tienen, según los expertos un gusto exquisito. Tanto es así que se conoce popularmente como ‘calabaza patata’ frente a la gigante o ‘calabaza de cerdo’ que se utiliza como alimento para los animales.