S'Albufera es la zona húmeda más extensa de Baleares. | Teresa Ayuga

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A pesar de ser uno de los espacios protegidos más emblemáticos de Mallorca, el futuro del parque natural de s’Albufera lleva años siendo un quebradero de cabeza para los ecologistas y un disgusto continuo para la conselleria de Medi Ambient. Lo lamenta y lo denuncia desde hace mucho tiempo Antoni Muñoz, portavoz del Grup Balear d’Ornitologia i Defensa de la Naturalesa (GOB-Mallorca): «Si la degradación paulatina de s’Albufera se mantiene constante, vamos a tener que rescatar de nuevo este espacio protegido».

El último informe de esta entidad ecologista, según datos facilitados por la misma dirección del parque, arroja que el «cambio ambiental radical» que padece s’Albufera está modificando de facto la flora y la fauna de la zona, al tiempo que «degrada gravemente» los valores que en 1989 propiciaron que el parque se incorporase a la Convención sobre Zonas Húmedas de Importancia Internacional, más conocido como el convenio de Ramsar. Mal momento para que s’Albufera celebre su 30 aniversario como espacio protegido. Ahora, la pregunta obligada es: ¿habrá otros 30 más?

Fuente de riqueza

A pesar de ser ‘esos grandes desconocidos’, los humedales son una auténtica «excepción» en el Mediterráneo debido al clima seco que impera en toda el área. En cuanto a la importancia ecológica, son uno de los entornos naturales más productivos del mundo, así como cunas de diversidad biológica y fuentes de agua y productividad primaria de las que innumerables especies vegetales y animales dependen para subsistir.

Por poner un ejemplo, sólo las zonas húmedas de toda España albergan al 40 por ciento de las aves acuáticas que invernan en el Mediterráneo occidental, según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. Debería ser una cifra suficiente para preservarlos. Pues atentos: el 64 por ciento de los humedales del planeta desapareció en el siglo XX y el 85 por ciento desde 1700.

Si nos centramos en Mallorca, hay 31 humedales repartidos por toda la Isla: de la gran s’Albufera de Mallorca, pasando por la diezmada sa Porrassa, reducida a la mínima expresión por la fiebre urbanística, hasta la zona húmeda de ses Fontanelles, en proceso de desaparición, los ecologistas denuncian la mala gestión de estos espacios durante los últimos años y recuerdan que, aunque el nuevo Govern aporta más recursos e inversiones destinadas a la vigilancia y preservación de humedales, no es suficiente para evitar su lenta pero inexorable degradación: la pésima calidad del agua, la erosión de las dunas, la penetración de la salinidad o el impacto del turismo, porque todo está relacionado, son las mayores presiones sobre estos hábitats.

La importancia de s'Albufera

S’Albufera es la zona húmeda más extensa de Balears, con una superficie de 1.646,48 hectáreas de humedal, marismas y dunas. Si nos regimos por parámetros de visitante por hectárea, este parque natural es el más visitado de España con 110.000 visitantes anuales, por encima de Doñana, por ejemplo, que recibe más visitas (más de 300.000), pero es casi diez veces más grande. Según los expertos, su estabilidad es de suma importancia al ser un «punto caliente» de biodiversidad, pues alberga más de 3.800 especies; una cifra que propicia que allí se realice un importante seguimiento meteorológico analizando cualquier indicador de cambio climático gracias a su rico hábitat.

Tampoco hay que olvidar que es todo un símbolo para el ecologismo y la lucha medioambiental en la Isla, porque fue el primer espacio natural protegido del Archipiélago. Después de s’Albufera, en 1988, vendría el reconocimiento para Cabrera (1991), Mondragó (1992), sa Dragonera, es Grau y ses Salines (1995), la Península de Llevant, ses Font Ufanes (2001), Cala d’Hort (2002), Torrent de Pareis (2003) y la Serra de Tramuntana (2007). Además, la Albufera cuenta también con otras figuras de protección, como estar incluida en el mencionado convenio de Ramsar, en la Red Natura 2000, Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Importancia Comunitaria (LIC). Y aún así, siendo un ecosistema que debería vivir en armónico equilibrio, se ve alterado constantemente por la mano del hombre. ¿Por qué? Digamos que s’Albufera es el cul de sac de toda la cuenca. Al final, todos los problemas terminan llegando a la zona.

Maties Rebassa, director de este parque natural, tiene muy claro cuáles son los factores negativos que han llevado al humedal a un estado de alerta roja: «Por un lado, la calidad de las aguas se ve mermada por los vertidos continuos de las depuradoras de Pollença y sa Pobla, con una capacidad de carga ampliamente superada, especialmente en verano». Pero también por la salinización de sus aguas; sin olvidar la contaminación por nitratos y fosfatos, a causa de la agricultura intensiva que limita con el parque, o el impacto que supone la proximidad de la central térmica de es Murterar, ya que sus tuberías recorren este hábitat, afectando a la calidad y temperatura de sus aguas.

Si a esto le sumas la proliferación de especies invasoras, como las carpas, que enturbian las aguas con su materia orgánica, que se deposita en el fondo de los canales del parque, aumentando el proceso de eutrofización que consume el oxígeno del agua, tienes una crisis ecológica de grandes proporciones que afecta a muchas partes y ninguna termina de acordar quién debe ponerse primero manos a la obra. «Hay que solucionar muchos problemas en la cuenca hidrográfica para atajar la situación en s’Albufera. Y para lograrlo hace falta la voluntad política de muchas instituciones», recuerda el responsable del parque natural.

Sumadas todas estas causas, llegamos al informe que el GOB ha enviado al convenio Ramsar. En él, se hace hincapié en los cambios ambientales detectados. Advierten que ya se percibe en el paisaje: «El carrizal, tan típico en la zona, comienza a desaparecer, en favor de la salicornia, mejor adaptada a terrenos con más contenido salino», señala Toni Muñoz, portavoz del GOB. Incluso en la fauna. Recuerdan que aves como los patos o las fochas necesitan cazar en aguas transparentes, y las de este humedal dejan de estarlo. La clásica imagen del Gran Canal repleto de este tipo de aves puede pasar a mejor vida. A partir de aquí, ¿qué medidas tomamos para revertir este proceso dañino?

Una ristra de medida

El Govern pretende utilizar el agua de las Font Ufanes, que ya llega al canal Gran, distribuyéndola por todo el parque mediante las antiguas acequias de s’Albufera, para mejorar la calidad hídrica del parque. Al mismo tiempo, instan al Gobierno central a que inicie el esperado proyecto de la depuradora de Can Picafort, realice mejoras en la infraestructura de Muro y espera que el Ajuntament de sa Pobla ceda unos terrenos para ampliar su depuradora; así como un plan de acción para erradicar las carpas de s’Albufera. ¿Serán medidas suficientes?