Al mediodía se celebró una mesa redonda.

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Decenas de personas disfrutaron ayer, sin pausa, de más de 12 horas de gloses. El municipio de Artà, sus calles, sus edificios públicos y sus bares acogieron una nueva edición, la décima, de las 12 hores de gloses. La glosadors llegados de Menorca, Catalunya, País València y Mallorca dieron buen conocimiento de su capacidad para la poesía oral improvisada. Sus gestos, sus expresiones, la agilidad en busca de las palabras rimadas y, siempre, con la pizca justa de ironía, sin olvidar la palabra punzante, fueron los protagonistas de sus canciones.

La idea de las 12 hores de gloses surgió en 2007 y, al final, se convirtió en el primer encuentro de glosadors celebrado en Palma. Desde entonces y con un único alto en el camino, en 2009, se han organizado distintas ediciones de esta maratón de la palabra improvisada. En Ferreries, Berga, València, Manacor, Sabadell, Terres de l’Ebre y Maó ya habían podido disfrutar del espectáculo lúdico, festivo y cultural que surgió ayer en Artà.

La palabra, las rimas y los distintos tipos de canto son la base de una fiesta, un espectáculo, que apenas podíamos entrever hace unos años en las glosades de picat que se organizaban de forma esporádica por algunos pueblos de la Isla. Hoy en día, y como se vio en la localidad de Artà, el mundo de la glosa cuenta con una buena cantera que deja entrever un futuro prometedor.

A media mañana, el patio de na Batlessa acogió la muestra de canciones. Allí, los representantes de cada una de las regiones ofreció un tast de los cantos de su tierra. Así, los espectadores pudieron conocer de primera mano las diferencias y similitudes entre las distintas maneras de cantar o exponer la poesía oral improvisada.
Al mediodía, el celebre glosador mallorquín Mateu Xurí fue el encargado de moderar una mesa redonda con distintos expertos sobre la poesía oral.

Pero sin duda, el plato fuerte de la jornada aún estaba por llegar. Después de la comida, las gloses se hicieron oír en distintos bares de la localidad. La palabra poco a poco se adueñaba de la fiesta. Tras la cena y enfilando las once de la noche, los cantadores ya sacaban todo su repertorio.

Pero siguieron la improvisación hasta que els quedà un fil de veu.