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La Part Forana puso ayer fin a las celebraciones pascuales con los últimos pancaritats: almuerzos de hermandad, casi siempre con paella como plato principal, en ermitas o lugares con un aire bucólico. Se ha escrito que uno de los orígenes remotos de los pancaritats está en unas celebraciones paganas para agradecer la cosecha –a punto de empezar– a la madre naturaleza. Hoy son una fiesta, muy viva en algunos pueblos, que de algún modo parece dar la bienvenida a la primavera.

Con permiso de Palma, uno de los pancaritats más multitudinarios es el de Inca. La novedad de este año fue la subida de los gegants y los caparrots, que protagonizaron un baile en lo alto del Puig de Santa Magdalena. Un total de 23 paellas participaron en el tradicional concurso. Aun en el Raiguer, el pancaritat de Binissalem consiste en subir a pie a Can Arabí. Los asistentes tienen dos opciones: cocinar su propia arroz o comprar una ración al preparado por la asociación de la segunda edad. Sin cambiar de comarca, el pancaritat de Alaró se celebra en lo alto del Castell. Tras de la correspondiente misa, la asociación de voluntarios del Castell cocina el arroz. El pancaritat a la ermita de Son Seguí es singular: es compartido por Santa Maria, Santa Eugènia y Pòrtol. El lugar es sin duda uno de los más encantadores, un pinar algo recóndito ubicado en una propiedad privada.

La gente de Calvià va a sa Pedra Sagrada, el lugar en qué los catalanes oyeron la primera misa tras la Conquesta. Los calvianers suben la imagen de la Mare de Déu, celebran una misa y comen arroz.

En Llucmajor hubo novedades este año: como Gràcia está cerrado por posibles desprendimientos celebraron el pancaritat en lo alto de Cura, dentro del término municipal de Algaida.