La llegada de las balas de paja al pueblo, seguida por cientos de jóvenes, es el momento más vistoso de la fiesta. | Maria Nadal

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Es una fiesta de reciente creación, pero sin duda centra los actos de las fiestas de la Mare de Déu de Sencelles. Un año más, el pueblo entero se volcó ayer en la celebración del Embala’t, una batalla de paja y agua que ayer llegó a su décimo aniversario.

Más de 1.000 personas (la organización ha vendido este año 900 camisetas, pero hubo muchos participantes que no lucían la indumentaria oficial) volvieron a vibrar con la fiesta, que empezó a las doce del mediodía con el pregón y la vuelta y los juegos en mobylette.

Después de la multitudinaria comida de fideus de roter que se sirvieron en la Plaça Nova, la comitiva se dirigió hasta Es Cós en busca de las dos grandes balas de paja acompañada por un carro y los xeremiers. Tras el arduo trabajo de subir hasta la Plaça Nova las balas, una para las mujeres y otra para los hombres, se dio inicio a la batalla campal con el agua y, evidentemente, la paja como inofensiva munición. La música ayudó a animar aún más si cabe el ambiente festivo.

Como novedad de este año, la organización animó a los vecinos a decorar las fachadas de sus casas con motivos vinculados con la fiesta. Fueron muchos los que se animaron y decoraron sus balcones.
La fiesta del Embala’t nació ahora hace diez años con la intención de revitalizar las fiestas patronales. Aunque el Ajuntament de Sencelles colabora en el acto, es la Comissió Embala’t la encargada de organizar la fiesta, que ha conseguido mantener su esencia con el paso de los años.

En la primera edición solo participaron unas 200 personas, pero esta cifra ha aumentado edición tras edición hasta llegar a las más de 1.000 personas. Aun así, la fiesta ha conseguido mantener su carácter local y no se ha visto afectada por la masificación.