La delegación balear viajó a Japón en 1991 para escuchar los ‘cantos de sirena’ de una gran fábrica de bombillas en el corazón de la Isla.

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Fueron a la conquista de Japón y volvieron con promesas bajo el brazo. Pero solo fueron promesas. Hace ahora 25 años, el entonces president del Govern Gabriel Cañellas (Alianza Popular) y su conseller de Turisme, Jaume Cladera, se desplazaron a tierras niponas para vender Balears como fuente de inversión para su potente industria.

En una de las entrevistas programadas, los representantes del Ejecutivo balear se reunieron con miembros del gigante Phoenix Electric. Se trataba de una de las mayores empresas dedicadas, en ese momento, a las lámparas halógenas y a los sistemas eléctricos. Hoy en día es uno de los principales innovadores en el campo de la ingeniería eléctrica y la automatización.

Durante la reunión, Minoru Nishibori, presidente de la empresa nipona, mostró su disposición para construir una gran fábrica de lámparas halógenas en Mallorca. Se prometieron muchos puestos de trabajo –entre la construcción de la factoría y empleados para la elaboración de las bombillas– y se vendió como una gran inversión. Los terrenos tenían que estar bien ubicados, en una carretera principal y con buenas conexiones.

Ante tal propuesta, el president Cañellas y su equipo recogieron el guante y, nadas más llegar a la Isla, se puso manos a la obra. Se inició la búsqueda de los terrenos más apropiados para la causa japonesa escogiéndose la zona comprendida entre Inca y Manacor. La falta suelo industrial preveía la compra y recalificación de los mismos para tal fin.

Petra y Costitx

Corría el año 1991. En ese momento, Alianza Popular y Unió Mallorquina tenían suscrito un pacto en el Govern. Petra, gobernada entonces por la Agrupació d’Agricultors –partido afín a la AP de Cañellas– y Costitx, bastión de la UM de Maria Antònia Munar, se disputaron la fábrica de bombillas.

Pronto, el mayor peso político de AP hizo que se apostara por Petra. Desde el Ajuntament, el entonces alcalde Martí Santandreu, de la mano del Govern, buscaron terrenos infructuosamente. Finalmente, se compraron unos terrenos en la finca de Son Dalmau propiedad del padre del alcalde. Santandreu recuerda que «la propuesta de la fábrica con la creación de puestos de trabajo bien valía hacer un esfuerzo, Petra era el lugar perfecto para ello». Tras la adquisición, los terrenos se recalificaron como área industrial pero de Nishibori y de las bombillas no se llegó a saber nunca más nada.

Aunque después se intentó vender que se trató de un mal entendido, no son pocos los que creen que fue un auténtico timo. «Nosotros en ningún momento creímos que pudiera haber sido un timo, todo lo que hicimos fue pensando en la importancia que tendría para el pueblo esta fábrica», concluye el exalcalde.

Mal entendido o timo, la cuestión es que después los terrenos de Son Dalmau han sido una arma política entre izquierda y derecha. La cuestión es que el fantasma de las bombillas niponas pasó de Petra. Algo así como el 'Bienvenido Míster Marshall' de Berlanga en versión malloquina.