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Sonrisas, abrazos y más de una lágrima. Casi nadie quiso perderse la despedida ayer tarde en la iglesia parroquial de Binissalem de las hermanas Trinitarias que se marchan a la casa matriz de Felanitx tras 107 años de dedicación al municipio. Ceden el convento al pueblo para que el Ajuntament lo destine a servicios sociales, preferiblemente a la creación de una residencia.

«La falta de vocaciones nos obliga a reducir comunidades y reagruparnos, son momentos muy duros, de amistad nacida de la fraternidad, de trabajo conjunto, de recuerdos melancólicos...», explicó la superiora general de las Trinitarias, Ana Villena.

El acto de ayer tarde en la iglesa estuvo presidido por el obispo de Mallorca, Javier Salines. Bajo el título de Dones gestores de l'Alliberació , pretendía ser un homenaje público a todas las mujeres que durante estos 107 años han estado al servicio de Binissalem.

Más de un centenar de hermanas conforman la historia de la comunidad Trinitaria en Binissalem. El 20 de noviembre de 1906 se inauguró el convento, gracias al empeño de una binissalemera que quería ser Trinitaria, doña Margalida Ferrer, que mandó construir el inmueble. Convivía con tres religiosas y una postulante y poco a poco la comunidad fue creciendo.

La escuela fue una de las principales contribuciones al pueblo pero las hermanas se volcaron también en la atención a los mayores, a los necesitados... 20 binissalemeres han sido monjas trinitarias desde entonces.

Pero los tiempos cambian, las vocaciones han descendido y el convento se ha quedado grande para sor Maria Camps, Xisca Coli y Francisca Deyà. Juntas ultiman el traslado a Felanitx.