Unos 700 ‘costitxers’ comieron juntos en la plaza. «No faltaba casi nadie», dice el alcalde. | Antoni Pol

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«Mare de Déu de Lloseta, sempre arribes banyadeta», dicen en el Raiguer. La frase significa que habitualmente, antes del día 8 de septiembre (festividad de la Mare de Déu de la Salut, patrona de Lloseta), acostumbra a llover, que el calor del verano remite y que llegan las primeras noches con temperaturas algo frescas. Sin embargo, aun resulta agradable cenar a la fresca. Eso es lo que hicieron ese viernes miles de vecinos en Lloseta y en Costitx, dos localidades que esa semana celebran sus fiestas patronales.

En Lloseta hace ya catorce años que organizan su particular sopar a la fresca. Se inscribieron unos 1.700 vecinos, pero se estima que en realidad fueron más de 3.000 los que cenaron en la calle. La diferencia entre cifras lo explica que la inscripción está sujeta al pago de 1 euro y medio por persona por comensal: si un hogar inscribe 50 personas debería abonar 75 euros. Hay que matizar, pero, que cada vecino inscrito recibe una pieza de vajilla de barro, además de ensaïmada y agua. Con todo, resulta habitual que se inscriban menos personas de las que realmente cenan.

A diferencia del sopar a la fresca de Binissalem, en que hay un único menú, en Lloseta cada hogar prepara su particular receta, aunque suele abundar la comida tradicional mallorquina: frit, coca de tempó, tumbet, fideos, etcétera. La fruta, en cambio, era la misma en casi todas las casas: higos.

En Costitx, el sopar a la fresca no se hace frente a las casas, sino en la plaza. Este viernes comieron allí unas 700 vecinos. «Podemos decir que casi no faltaba ningún costitxer», apuntó el alcalde, Toni Salas. Las mesas estaban decoradas con motivos otoñales. La cena acabó con una actuación a musical a cargo del conjunto Wonderbra’s.