El mercadillo infantil ha regresado a la avenida de la Colònia de Sant Jordi. | Assumpta Bassa

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Faltaban pocos minutos para las 19 horas y la zona del muelle de la Colònia de Sant Jordi empezaba a cobrar color. Los niños recuperaban su ilusión y volvían a sacar a la venta todo su arte. Era el primer día en el que podían volver a montar el mercadillo tras la autorización de Ports de les Illes. Más de una decena de puestos y alrededor de una treintena de niños exponían aquellos productos artesanales que habían confeccionado, con esmero, para la ocasión. Pulseras, collares con pasta, flores de barro o ceniceros decorados. El artículo más caro, 0,50 céntimos.

Los vecinos y visitantes también daban su beneplácito total. «Tras 40 años este mercadillo ya era una tradición y los niños dan una nota de alegría al muelle», comentaba uno de los compradores.

Maria, Nuria e Irene habían elaborado pulseras de colores, velas decoradas y flores. Y como buenas artesanas, no quisieron desvelar el secreto. Esto sí, se mostraron muy ilusionadas con recuperar su puesto.

Dani, de 14 años, lleva cuatro años participando en el mercadillo. «Cuando nos dijeron que no podíamos venir me puse triste pero ahora ya puedo volver a vender mis ceniceros decorados».

Eran muchos los turistas que se paraban a observar la destreza de los más pequeños y, como no, también se llevaban algún recuerdo.

Las madres también mostraban su satisfacción ante la recuperación de una tradición que «lo único que hace es entretener a los más pequeños y desarrollar sus cualidades artísticas».