Más de 450 'xeremiers' compartieron ayer su pasión por la música tradicional. | Joan Socies

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«Oh, Poble, lo bon Poble. Tu em toques i no em fas mal. Me volen enterrar dins l’arena per la crisis internacional», con esta frase, sacada de la rondalla de la Flor Romanial, definía la situación un xeremier. En unos momentos de recortes culturales y en los que la música tradicional se ha sacado de los estudios del conservatorio.
Pero ayer más de 450 xeremiers y flabiolers se congregaron a la XVIII edición de la Trobada de Xeremiers, que inicio en el año 1994 el alma mater de la cultura popular mallorquina, Antoni Torrens. La cita anual también sirvió para homenajear a las colles más viejas, aquellas, que a finales de los setenta y durante la década de los ochenta mantuvieron vivo el sonido de la xeremia alrededor de la isla, y que ahora después del auge de los años noventa, tal vez no se les reconoce su labor apartándolos de algunas fiestas tradicionales. Pero ayer fue un encuentro festivo en el que la música tradicional fue protagonista.