Miles de personas disfrutaron ayer de un programa tocado por la crisis que compensa los recortes con participación | Elena Ballestero

TW
3

Marca la tradición que el primer domingo después de San Lucas abre la temporada de ferias en Inca. La tendencia en los últimos años era la de extender el tirón de la feria dominical también al sábado y así los inquers acostumbraban a pasear ya el sábado tarde por esa alfombra de flores en la que se convierte la capital del Raiguer. No ha sido así este año.

La crisis se ha dejado notar y lo ha hecho en diferentes aspectos. La supresión de la vigilancia privada el sábado noche ha retrasado este año el montaje de los puestos y así, la feria arrancó ayer algo más tarde de lo habitual. A las diez y media de la mañana hora prevista para el pasacalles oficial, los visitantes llegaban con cuentagotas ante la mirada pesimista de los vendedores. La fina lluvia que arrancó minutos después anunciaba una jornada poco fructífera, nada más lejos de la realidad.
Una auténtica marea humana tomó las principales calles de Inca a partir de las once de la mañana y al mediodía ya no cabía ni un alfiler.

Las flores, la artesanía las propuestas infantiles y la feria de oportunidades son los principales atractivos de la primera feria de Inca, la Fira tradicional. En el programa de fiestas el gran ausente fue el Guixot de 8, los juegos tradicionales que desde hace años viajaban directamente de Valencia a la Plaça de Antoni Fluxà para satisfacción de padres y niños. Los recortes de la crisis han llevado a suprimir esta actividad y el Ajuntament ha compensado su ausencia convirtiendo a los pequeños en protagonistas en lugar de espectadores con exhibiciones a cargo de la escuela de música y danza Antoni Torrandell o las exhibiciones de bailes tradicionales.