El hotel Son Moll se vino abajo en diciembre de 2008. | Joan Sitges

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Vigas oxidadas y bovedillas que se caían al pasar. Los trabajadores heridos en el derrumbe del hotel Son Moll relataron ayer en el juicio las malas condiciones en las que se encontraba el ala norte del inmueble que se vino abajo el 16 de diciembre de 2008. Un herrero que estaba en el lugar de los hechos señaló: «La estructura estaba muy mal, estaba todo podrido allí. Era algo que se veía a simple vista. Un simple golpe hacía caer las bovedillas».

Durante las obras no se apuntaló el interior de los diez pisos del inmueble. Los tres trabajadores señalaron que sólo se colocó algún refuerzo en las bovedillas de hormigón que se habían hundido. En la planta baja se convirtieron tres ventanas en puertas de un metro ochenta de ancho y más de dos metros de altura, todas ellas practicadas en la pared maestra. Esos trabajos se realizaron el día anterior al derrumbe. El albañil que los realizó contó que nadie le indicó que tenía que reforzar los huecos y que fue iniciativa suya colocar un puntal. Lo único que sí estaba afianzado era el voladizo exterior de la fachada.

«Daba miedo»

Los tres trabajadores heridos coincidieron en señalar que el hotel «daba miedo». La situación del inmueble había dado que hablar a los operarios que trabajaban en el interior. Según recordó ayer uno de los testigos: «Comentábamos que un día a ésto le daban un golpe y teníamos que salir corriendo». La misma mañana en la que ocurrió el derrumbe llovía mucho en Cala Rajada y hacía un fuerte viento. En la planta baja uno de los fallecidos trabajaba con un compresor para hacer un nuevo boquete en la pared maestra. En torno a las nueve de la mañana el edificio se vino abajo: «A mí me pilló en medio, entre la parte que se cayó y la que no. Me golpearon los escombros en la cabeza. Quedé medio enterrado cuando me encontraron, aunque pude salir por mi propio pie y refugiarme bajo un toldo de la lluvia. No recuerdo nada más», rememoró el herrero herido.

Prácticamente todas las defensas de los cuatro acusados interrogaron a los testigos para aclarar quién les daba exactamente las órdenes y si avisaron a los acusados del mal estado de la estructura. Todos apuntaron lo mismo, ellos hablaban con sus jefes directos, no con el encargado de la obra ni mucho menos con los arquitectos responsables de la construcción: los acusados en el juicio.

El juicio continuará mañana con la declaración del resto de testigos del accidente, incluidos los agentes de la Guardia Civil que se encargaron de la investigación después del hundimiento del edificio, en el que fallecieron cuatro trabajadores y otros tantos resultaron heridos.