Barrios de Palma

«Esto va a peor, cualquier día ocurrirá una desgracia»

La situación en la antigua cárcel se agrava mientras crece la preocupación vecinal; aseguran que el alcalde teme tanto un desalojo conflictivo como una posible tragedia

Uno de los accesos a la antigua prisión de Palma | Foto: Javi Patón

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Los residentes de la barriada de Cas Capiscol no pueden más. La presencia de okupas en el recinto de la antigua cárcel, de titularidad municipal, ha hecho crecer la sensación de inseguridad en todo el entorno. Robos, incendios, vehículos quemados y enganches ilegales de luz son ya parte del día a día, y muchos temen que ocurra una desgracia si no se actúa pronto.

Biel González, presidente de la Asociación de Vecinos de Cas Capiscol, explica que la situación es insostenible: «Esto va a peor y cualquier día ocurrirá una desgracia», afirma con contundencia. Asegura que en el interior de la cárcel conviven varios colectivos: «Hay grupos muy variopintos: latinos, magrebíes, indigentes y también gente trabajadora que simplemente no puede permitirse pagar un alquiler». Pero, añade, «la situación ha derivado en un foco de conflictos, actos delictivos y un temor creciente entre los residentes».

Vehículo quemado junto a la antigua cárcel. Foto: J. Patón
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La escalada de inseguridad ha obligado a muchas comunidades a tomar sus propias medidas. Algunas han acordado con empresas de mantenimiento acortar el tiempo de apertura y cierre de las puertas de los parkings para evitar intrusos. También estudian instalar mandos que permitan cerrarlas tras entrar, colocar carteles disuasorios y pedir a los presidentes de escalera que recuerden la importancia de mantener los accesos siempre cerrados.

En los últimos meses se han producido varios robos en trasteros y garajes. Algunos denuncian la quema de coches y un conato de incendio por acumulación de plásticos y colchones en el interior del recinto ocupado. Uno de los incidentes más alarmantes fue el enganche ilegal de electricidad: los okupas abrieron un agujero en el muro de la cárcel que conecta con un parque cercano para acceder a la corriente. El ayuntamiento soldó la apertura tras ser alertado, pero el temor persiste.

En marzo, el Consistorio anunció su intención de desalojar el espacio, pero la decisión quedó prorrogada, generando frustración en la barriada. Biel González sostiene que el alcalde Jaime Martínez «tiene miedo, miedo de dónde reubicarlos y temor a que pase una tragedia antes de actuar». La cárcel vieja se ha convertido en un símbolo de abandono institucional que los residentes esperan que Cort deje de ignorar.