Aunque gran parte de las murallas desaparecieron hace más de un siglo, todavía es posible seguir su rastro. Tanto bajo tierra como en la superficie, aunque sean invisibles al ojo humano, con un trazado que rige la vida de la ciudad. Mañana, a partir de las 19.00 horas, Ca n’Oleo acogerá la conferencia Palma i la evolució de les muralles, a cargo del doctor Miquel Oliver Monserrat. «Es probablemente el investigador que conoce más la influencia de los sistemas defensivos y la arquitectura militar en el desarrollo de la trama urbana de la ciudad de Palma entre los siglos XVII al XIX», señalan fuentes de ARCA.
Desde los requisitos para su construcción a cómo han condicionado su entorno para adaptarlo a las necesidades defensivas de intendencia y logística, Oliver desgranará todos los detalles de esta infraestructura que ha marcado Ciutat. Oliver es arquitecto, director de la Escola Superior de Disseny Illes Balears (EDIB) e hizo un doctorado en Expresión gráfica arquitectónica. Además, su tesis se basó en el estudio de planos antiguos para conocer la evolución de las arquitectura militares y la incidencia en el urbanismo de Palma, por la que obtuvo un cum laude en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).
Conocedor en profundidad de las murallas, advierte que, junto con el desvío de La Riera, «son las obras más importantes que han determinado la composición de la ciudad». Las murallas, al fin y al cabo, han sido un elemento defensivo presente desde la época romana, los primeros pobladores de la ciudad, en la época islámica, así como la fortificación medieval y abaluartada, también conocida como renacentista, y de la que aún quedan importantes vestigios.
«Cuando se construían nuevas murallas, se aprovechaba el material de las anteriores», cuenta Oliver, que advierte que se iban moviendo para dar paso a una Ciutat que iba creciendo con los siglos. Estas nuevas defensas se adaptaban, además de a esas ciudad creciente, a los avances técnicos militares ofensivos. Si en la época romana se defendían de flechas y piedras, en la época renacentista las murallas no debían ser muy altas pero sí con mucha masa para aguantar la embestida de cañones y fusiles. Enemigos no le faltaban a Palma: otomanos, turcos, musulmanes, franceses e ingleses intentaban a lo largo de diferentes épocas asaltar la ciudad. Según Oliver, «el objetivo era hacer incursiones, saquear e irse».
A inicios del siglo XX se aprobó el derribo de las murallas ya que «constreñían la ciudad, había una baja salubridad y una densidad poblacional muy alta». Además, era difícil construir en las llamadas zonas polémicas, que estaban cerca del ámbito de las murallas y debían quedar libres o, por lo menos hacer construcciones de baja altura y fáciles de derribar si era necesario por necesidades militares.
En esas zonas polémicas se fueron construyendo nuevas zonas residenciales. Así, según la tesis de Oliver, se aprobaron los expedientes de urbanización del barrio del Camp d’en Serralta (1871), barriadas de casas en la zona de La Bonanova-Bellver (1878-1879), 119 casas en Son Espanyolet (1880), barriada para la clase obrera en Camp d’en Serralta (1882), predio Son Vich-Génova (1883), 410 casas en Son Suñeret (1883), barriada de La Soledat y barriada junto al ensanche de Santa Catalina (1885), y los terrenos militares de La Bonanova así como la Torre d’en Pau (1933).
Una vez derribadas las murallas renacentistas, con todo ese material «se rellenó el foso sobre el que se construyeron las Avingudes. No es un material compactado y natural, por lo que cuando llueve, se vacía porque es drenable». Un ejemplo fue el enorme boquete que se abrió en medio de las Avingudes, al lado de 31 de Desembre, en 2023, que dejaron al descubierto restos de la muralla renacentista.
¿Qué paso con los restos de las otras murallas? «Alguno queda de la época romana o musulmana, pero están dentro de las construcciones de fincas, casas señoriales, iglesias o conventos. Estos restos romanos y árabes han sido absorbidos», advierte Oliver. Además de las murallas que van desde el museo de Es Baluard hasta el Baluard des Príncep, en el callejero ha quedado el recuerdo de las ocho puertas que permitían entrar y salir a los palmesanos del recinto amurallado. Y allá, en extramuros, se desplegaban grandes exteriores de huertas que después dieron lugar al Eixample. El espíritu de las murallas sigue vivo.
2 comentarios
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RMSense les avingudes? L'accés al centre limitat a unes petites portetes que amb prou feines podria passar un cotxe. Impossible.
Qué bonita sería Palma con sus murallas