EMERGENCIA HABITACIONAL

Rosario, desahuciada de un piso municipal: «No quiero dormir en la calle con 82 años»

Una inquilina del Patronat de l’Habitatge sale de su vivienda tras un impago de seis años, «tenía que comer», y su familia denuncia la burocracia

Rosario, aturdida tras el desahucio, está sentada en un banco de la Plaza del Tubo | Miquel Àngel Cañellas

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A las once de la mañana de este miércoles estaba previsto el desahucio de Rosario, 82 años, vecina del Puig de Sant Pere desde hacía cinco años. Pero la comitiva judicial, trabajadoras sociales y operarios de Emaya no encontraron a nadie en el domicilio, un piso que forma parte del Patronat Municipal de l’Habitatge, situado en la calle Font de la Olivera. Pero no quedaba ni rastro de Rosario. La mujer había abandonado la vivienda a escondidas una hora antes, evitando a la policía. Y estaba sentada en un banco en la Plaza del Tubo, bajo la lluvia, temblando de los nervios. «Yo no quiero dormir en la calle», decía Rosario entre lágrimas. Solo había cogido una maleta con un poco de ropa, había dejado los animales en casa de un amigo. El resto de sus pertenencias, incluidos los papeles del alquiler municipal, se quedaron dentro del piso.

A Rosario le acompaña su nieta Zaira y su hijo Jorge, que recientemente se trasladó con ella a la vivienda tras ser operada. Su hijo trabaja en la construcción, cobra alrededor de 2.000 euros, parte de ellos en negro. «No sabía nada de la deuda que tenía con el Ajuntament», reconoce Jorge. La mujer llevaba en silencio sus problemas económicos y los problemas burocráticos a los que se enfrentaba sola. Cuando su hijo fue a poner remedio, ya era demasiado tarde y la maquinaria del desahucio ya se había desatado.

«Estoy buscando un piso para vivir. Junto con la pensión de mi madre podríamos pagarlo. Pero nos piden nóminas y nos dicen que una jubilada no es lo mismo», dice Jorge nervioso a medida mañana. El tiempo juega en su contra. Hay pisos por 1.200 euros de una habitación, pero imposible acceder. Los precios de los hostales más baratos están por las nubes: 200 euros una semana. Un mes de alquiler de caravana sube a 3.000 euros. Jorge irá a dormir a la obra en la que trabaja ahora, una futura vivienda de alto standing de tres plantas en la Serra. No hay techos ni para los que construyen casas.

Rosario va camino de la Casa de la Iglesia
Rosario va camino de la Casa de la Iglesia
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Presa de los nervios, insiste a su hijo y a su nieta para ir a la Casa de la Iglesia, «allí acogen a gente mayor. Si hace falta, yo pago», dice Rosario. No es capaz de explicar cómo estuvo sin pagar el alquiler de 150 euros desde 2019: «Se me iba todo el dinero en comer», explica la mujer, que por los dolores no era capaz de cocinar. «Por las noches me cenaba un plátano», dice. Las deudas y los problemas los llevó en silencio. Nadie le gestionó una llamada a la Cruz Roja para que pudiera entrar en el programa de comida para ancianos. Nadie le hacía la compra en un supermercado, en el Puig de Sant Pere no queda nada cerca a precios económicos para una persona mayor con problemas de movilidad.

Sube la Costa de la Sang renqueando con la muleta. Tiene otros dos hijos, pero dicen que no tienen sitio para acogerla o no quieren hacerse cargo de ella, pese a que ha cuidado de sus nietos. La anciana afirma que «he trabajado mucho en esta vida. En el campo recogiendo melones y pimientos, cuidando de señoras mayores, limpiando casas». Siempre en negro y sin cotizar. Su nieta afirma que «nos recomendaron que era mejor si nos íbamos antes de que viniera la policía. Y en la Oficina de Antidesahucios nos dijeron que los albergues municipales estaban repletos y nos pasaron un listado de hostales». A 50 euros la noche.

Rosario acudió a la Casa de Familia para buscar un techo de urgencia
Rosario acudió a la Casa de Familia para buscar un techo de urgencia

En la Casa de la Iglesia, que depende del IMAS, los trabajadores sociales acompañaron a Rosario y afirman que «cada día se nos acerca gente para buscar una solución para dormir. Pero los albergues están esta arriba y hay lista de espera». Lucía Muñoz, concejala de Podemos, se acerca para acompañar a la desahuciada, hace llamadas para conseguir una alternativa. Su objetivo es que pueda volver a su piso. En un momento de desesperación, la afectada no se extraña de que la gente opte por dormir en la antigua cárcel.

Comitiva judicial en la vivienda municipal donde residía Rosario
Comitiva judicial en la vivienda municipal donde residía Rosario

Ya a mediodía la mujer es avisada por Cort de que la esperaban en la OAC Social de Avingudes y hasta allí la acompaña la concejala de Podemos. Rosario, perdida en un laberinto burocrático en el que están sumidos muchos mayores, durmió anoche en un albergue municipal destinado solo a mujeres y niños. Fuentes de Cort señalan que «puede quedarse quince días prorrogables mientras se busca otra cosa. Tenía que haberse quedado al desahucio, en la comitiva había dos trabajadoras sociales que le podían haber buscado una alternativa». Pero el miedo a la policía pudo con Rosario. Empiezan los trámites burocráticos para que pueda irse a una residencia, si es que encuentran plaza. El resto de sus posesiones se han quedado tras la puerta de su vivienda, con la cerradura cambiada.