PRIMERA PERSONA

Nicolás, el indigente feliz que vive frente al mar: «Nos preocupa que algún día puedan hacerle algo»

De origen búlgaro, ha construido una chabola en Can Pastilla, recibe la ayuda de comerciantes de la zona de Can Pastilla y no causa problemas

Nicolás, ante el asentamiento en el que vive a pocos metros del mar, en Can Pastilla. | F.F.

TW
37

Con vistas a la playa de Can Pastilla, frente al mar, pero a la vez expuesto al viento y la humedad vive hace tiempo en los bajos de unos locales comerciales Nicolás, una persona de avanzada edad que afirma ser de origen búlgaro, quien asegura ser propietario «de discotecas y apartamentos» en la zona. Pero la realidad es que vive en una humilde chabola levantada con tablas de madera y en la que un colchón y unas mantas le sirven para soportar el frío del invierno que se acaba.

«Sólo quiero vivir tranquilo, no molesto a nadie, aquí soy feliz», explica. Algo que algunos comerciantes de la zona no comparten, aunque otros le prestan ayuda en forma de agua y algo de comida. «Nos preocupa que algún día puedan hacerle algo», asegura uno de ellos, que denuncia que, días atrás, algunos de sus enseres fueron quemados en un lugar al que intentó mudarse. «No pide, no molesta y es una persona mayor. Es una lástima que acabe así», añade uno de los empresarios de ese rincón de Can Pastilla.

El espacio en el que habita Nicolás es insalubre. Los malos olores forman parte del paisaje, en el que algunos cuadros de los que dice ser autor, y muestra con orgullo, ocupan ese humilde espacio, que comparte con una pareja de la que dicen «tienen mal genio» y que podrían trabajar en un establecimiento próximo a ese espacio que muestra señales de dejadez, a la vez de la presencia de locales comerciales, como un restaurante de comida rápida, una peluquería o una gestoría.

Su chabola, pegada a la barrera de los locales ubicados en los bajos de un complejo residencial, está rodeada de objetos de todo tipo. Botellas, sillas, mesas, una camilla de masajes, una jaula, juguetes, muebles... Su particular 'patrimonio' sigue ahí con el paso de los meses, a las puertas del inicio de la temporada turística, que ya se palpa en ese espacio.

«Aquí vivo, con mis cuadros y mis cosas. No quiero que me toquen nada, quiero estar tranquilo», dice con carácter afable mientras recibe la visita de un comerciante de la zona, que cada día se preocupa por su estado de salud, aparentemente bueno. «Es mayor y cualquier día puede pasarle algo, pero no puede seguir aquí, es peligroso para él y no es lugar para una persona de su edad», añade un residente.

Come pan de días anteriores y lo moja en agua. También alguna mandarina y algo de fiambre que le hacen llegar. De los servicios sociales, «no hemos visto a nadie por aquí», dicen los comerciantes, que tienen siempre un ojo puesto en el asentamiento de Nicolás, a pocos metros de la arena de la playa y del paseo, por el que ya circulan cicloturistas y algunos de los primeros visitantes de la temporada.