Barrios de Palma

Can Capes, una barriada ‘camuflada’ que aterriza en las nuevas problemáticas

La compleja movilidad y la falta y elevado precio de la vivienda trazan la realidad y el presente de una zona ‘dormitorio’ pegada a la vía de cintura

Una de las calles de la barriada de Can Capes, en Palma. | F.F.

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Camuflada entre otras barriadas como Son Fortesa, Son Gotleu, Hostalets o Son Canals, convertida en una zona ‘dormitorio’ del cada vez menos extrarradio de Palma, Can Capes mantiene buena parte de la esencia de un espacio lleno de plantas bajas y calles estrechas que siguen definiendo buena parte de la identidad del barrio, en el que las nuevas problemáticas que rodean a la realidad de Ciutat empiezan a hacerse notar.

Pequeñas y estrechas calles (Málaga, Llimona, Orient, Cecilia Riera, Fontirroig, Semolera, Poncir...) conforman el epicentro de Can Capes, delimitada en uno de sus flancos por la vía de cintura, a cuyo pie se eleva una nueva construcción pegada al parque Nelson Mandela (Mare de Déu de La Victòria) y la zona deportiva e infantil, próxima a centros educativos como el CEIP Gabriel Vallseca, que junto a otros como La Milagrosa, Corpus Christi o un poco más allá Sant Josep Obrer, dotan a la zona, que cuenta con el centro de salud más próximo en Son Gotleu, además de buenas comunicaciones mediante la EMT -líneas 3 y 33-, además del paso de algunas de las frecuencias del TIB que salen de la Estación Intermodal.

Una de las plazas de la barriada, punto de encuentro. Foto: F.F.

El gran cambio de Can Capes se produjo con la explosión del ‘boom’ turístico de los 60 y la necesidad de espacio para la inmigración peninsular que buscaba vivienda y asentarse en la Isla a la búsqueda de un mejor y nuevo futuro y una oportunidad, cerca ya de la ciudad en sí.

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Raíces

A principios del pasado siglo, Can Capes podría definirse como un pequeño pueblo, con plantas bajas y huertos -algunos de ellos sobreviven-, pegado a la carretera de Inca, en la actual calle Aragón, otro de sus límites. A mediados del siglo XX, la densidad poblacional ya era importante y su proximidad al núcleo de Palma real, siendo todavía una zona de paso hacia la capital para quienes entraban desde la zona de es Raiguer, y residencia de trabajadoras de la industria.

Parque y zona infantil y deportiva Nelson Mandela-Mare de Déu de La Victòria. Foto: F.F.

El desarrollo del ensanche palmesano, de la mano del arquitecto Gabriel Alomar, permitió levantar algunas viviendas singulares del barrio, que despegó definitivamente en las décadas de los 60 y 70, cuando empezaron a construirse bloques de viviendas para acoger a esa nueva población, que ocuparon el espacio de algunas de esas casas y huertos tradicionales.

Pasó a ser un barrio ‘dormitorio’ en el que la presencia de Emaya es regular, pese a que la realidad traslada la falta de vivienda y el elevado precio, además de la escasa oferta existente, de la misma. Pese a nuevas promociones que se levantan en el lugar que antes ocupaban sus emblemáticas plantas bajas, de nuevo cuño en el corazón del barrio, donde el aparcamiento apenas es patrimonio de sus dueños, que poseen aparcamiento propio. En el resto de calles, en las que se posible aparcar, la circulación es importante al encontrarse cerca de una zona de colegios o servicios, además de la calle Aragón.

CEIP Gabriel Vallseca, uno de los centros educativos de la zona. Foto: F.F.

La multiculturalidad es otro rasgo que coge fuerza, como muestra la presencia de centros religiosos de diferentes creencias. Comercios cerrados, al igual que esas plantas bajas que se abandonan, son otros de los trazos que dibujan el día a día de Can Capes. Un barrio bien delimitado que pelea por preservar una identidad que sigue muy presente en sus calles.