Imagen del huerto que hay dentro del conjunto monacal. | Laura Becerra

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Desde el huerto se observan las celdas del convento de las Jerónimas, desde donde apenas se oye el bullicio de la Palma de 2023. Cada celda tiene terraza y su propia cocina, donde cada religiosa preparaba su comida, aunque cenaban en comunidad.

En el huerto, cada monja tenía su ‘pastera’. A día de hoy, el jardín y los huertos se mantienen cuidados y regados, como si estuviesen en el convento. Al igual que las ‘possessions’, el espacio cuenta con una noria donde había un asno con el que extraían agua.

Aún sigue la canalización de la mítica Font de la Vila que traía agua desde las afueras. «Un vez les quitaron horas de agua y las monjas montaron un buen cacao», dice Terrasa. Aún quedan varias cisternas y aljibes que suministraban el recinto.