El arquitecto Pere Soler explica el proyecto. | M. À. Cañellas

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«Esto era un nido de ratas», cuenta un vecino que este miércoles a media mañana paseaba a su perro por el Canódromo, la nueva zona verde cuyos árboles ya han arraigado. En 2019, los alumnos de primero de la ESO de los institutos Ramón Llull y Joan Alcover plantaron los primeros árboles que tenían que dejar atrás ese solar abandonado durante décadas. Este miércoles volvieron al Canódromo, ya como estudiantes de primero de Bachillerato, tras haber crecido unas cuantos centímetros y haber pasado una pandemia. Los árboles también han pegado un estirón y las zonas ajardinadas lucen verdes gracias a las últimas lluvias.

«Para un parque hace falta tiempo. Se proyecta a medio y largo plazo. Y dentro de siete años las copas de los árboles se tocarán», vaticina Toni Martínez, doctor en Ecología y profesor del grado de Biología y del grado de Ingeniería del Medio Rural de la UIB. Los alumnos de ambos institutos recorrieron este nuevo espacio público acompañados también de la regidora de Model de Ciutat, Neus Truyol; el director general de Urbanisme, Biel Horrach; el arquitecto Pere Soler y el ex director general de Habitatge, Francisco Cifuentes.

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Chala, Idrisa y Julia tienen 17 años y recuerdan su participación en el diseño del Canódromo y la jornada de plantación de árboles antes de la pandemia. «La sensación es que han crecido muchísimo. No esperábamos tantos árboles y que estuviera todo tan verde», cuentan con sorpresa.
Ahora algunos de ellos se reúnen con sus amigos en el Canódromo. Por las mañanas acuden dueños y perros a pasear y por las tardes es territorio infantil. Los jóvenes reconocen que «en verano buscamos fuentes y sombras». Los urbanistas, mientras tanto, inciden en la necesidad de sobrevivir en la ciudad con la subida de temperaturas. «Ya no vivimos una ola de calor, ahora todo son olas de calor continuas», incide Horrach. El futuro está a la sombra de un árbol.