Una mujer comprando en Palma lo necesario para hacer la comida de Navidad. | Teresa Ayuga

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Ahora mismo se están haciendo más cálculos en los mercados para cuadrar el menú deNochebuena que en el despacho de Alicia Sintes para medir las ondas gravitacionales. Las lecciones más descarnadas de microeconomía se están dando estos días en Pere Garau, donde se congregan vecinos de todos los barrios y donde las rentas más vulnerables se dan de bruces con la inflación.

«Si no puedes comprar porcella, pues compras pollo. Si no llega para gamba fresca, que sea congelada. Todo consiste en el ánimo que quieras echarle», dice con una inmensa sabiduría María del Carmen Sánchez, del Rafal Vell, que ya tiene claro su menú para el sábado: «sopa rellena y lomo con col». Son seis en casa y el día de Navidad, «para mí y mi marido haremos gambones, mejillones al vapor. Yo el lomo ya lo tengo comprado desde hace días», cuenta esta previsora jubilada que dice «total, por dos días...». Eso sí, «es verdad que está todo más caro, pero luego los bares están llenos de gente desayunando, luego la cervecita y por la noche, las tapitas. Y con todo ese dinero puedes hacer la compra de la semana en el Mercadona».

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Mientras los economistas hacen cábalas del futuro que nos espera, los parroquianos sortean los aguijonazos de la subida de precios. «El pavo me lo trae mi yerno, que lo ha estado criando. Está la cosa...», dice Alejandro Buena, un jubilado de La Soledat que confiesa que «la paga ya la tengo vendida a principios de mes. Cobro 800 euros y mi mujer no tiene pensión. Pago 400 euros de alquiler y cada día comen en casa siete personas». Pero en Nochebuena «me vienen 17 personas, sin contar novios, que igual subimos a 25». Buena controla los precios y su menú se ajusta a las circunstancias: «para los días de diario mucho puchero y los domingos, paella».

Pilar Tolosa, de Son Roca, advierte que «todo está desorbitado. Nosotros comeremos cordero, que va a 17 euros el kilo». Esta pensionista afirma que «aquí hay gente que se está forrando, sobre todo los que cobran alquileres». Los regalos para los nietos salen «de mis ahorros de todo el año».

En la herboristería, Soledad Sánchez confiesa que ha cambiado «la porcella, que está imposible, a 190 euros la pieza, por el cordero». Y Mari Carmen Tapia está en un sinvivir. «Vienen a cenar ocho personas: hay dos niños que solo comen salchichas y dos nueras veganas». Para más inri, «mis hijos, Jesús y Carlos, nacieron en Nochebuena en la clínica Belén de Madrid, así que soplaremos las velas». Se indigna con los precios y afirma que «con lo que vale una lechuga, antes te podías comprar un terreno».