Seis familias ya han sido realojadas en viviendas protegidas. Una familia abandonó ayer la barraca, así como una pareja de okupas. | Teresa Ayuga

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Un avión privado surcaba el cielo, el estandarte del turismo de lujo, mientras a menos de medio kilómetro las grúas comenzaban el derribo de nueve chabolas de la isleta 2. El Ajuntament de Palma arrancó este miércoles la segunda fase de la demolición de construcciones precarias para realojar a sus habitantes en viviendas del Ibavi. El objetivo es que en un año no quede ni rastro del poblado. Los bloques de hormigón se desmoronaban y se iban retirando los techos de uralita con precaución para evitar los peligros del amianto. Las montañas de escombros empezaban a crecer mientras caían las primeras construcciones, cerradas por puertas metálicas y ventanas sin cristales con la única protección de una bolsa de basura para que no entre el frío. Una pareja se asomó al ventanuco, esperando la llegada de la comitiva judicial. Era el momento de sacar sus efectos personales y abandonar la caseta ante la atenta mirada cenital de los drones policiales (foto circular).

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Ni el coche de Google Maps se había atrevido a entrar en el poblado de Son Banya y en octubre de este año hizo su primera incursión con el coche cargado de cámaras. Solo se quedó a las puertas y las imágenes muestran a un vecino del poblado encarándose a las cámaras del coche del Street View.
No son bienvenidas las fotos en Son Banya. Un amplio dispositivo policial cercaba este miércoles al grupo de periodistas que era testigo de la segunda fase del derribo de Son Banya, que se realizó sin incidentes. Montañas de basura, lavadoras destripadas y coches calcinados dan la bienvenida a los visitantes de Son Banya. Un camión de Emaya vaciaba los contenedores de basura, aunque había más fuera que dentro. El operario parecía resignado. Un grupo de vecinos contemplaba el derribo de las nueve viviendas de la isleta número 2. Iban llegando coches y también algunos peatones, a trompicones, que se tapaban la cara ante la presencia de las cámaras. Una de las viviendas sentenciadas luce una llamativa pintada: ‘se vende escama’. No es un anuncio inmobiliario, allí hay droga.

El teniente de alcalde de Cultura i Benestar Social, Antoni Noguera, señaló que «queremos dar una nueva oportunidad a estas personas para que comiencen un nuevo proyecto de vida». Tras estos desalojos quedan 280 personas en el poblado. Hasta el momento ya han salido de Son Banya 145, de las que 87 son adultos y 58, menores. En su origen habitaban en Son Banya medio millar de personas. Los vecinos contemplaban en silencio cómo se derribaban las casetas. Alguno se indignaba si veía una cámara que le apuntaba. Un coche pasó y dedicó un corte de mangas a los periodistas y algunas palabras: «¡Carapijo!».