Fina González se despedía emocionada de una clienta habitual. | Jaume Morey

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La zapatería La Elegancia ya ha echado el cierre. Este comercio emblemático de la calle Sindicat dijo adiós este lunes entre lágrimas después de 86 años de andadura. Su propietario, Toni Fuster, presidente de PIMECO, se mostró muy emocionado. «Es el fin de una etapa. No es un tema económico, sino por temas personales y familiares», dice Fuster. La responsable de la tienda durante los últimos veinte años ha sido Fina González, mujer de Fuster y tercera generación de una familia de zapateros y comerciantes afincados en Sindicat. «Son sentimientos encontrados. Todavía mantenemos el letrero original», cuenta González, que no ha podido evitar emocionarse cuando se despedía de una clienta.

La pandemia hizo mella en González, que además se enfrenta a una edad crítica: «Demasiado joven para jubilarme, demasiado mayor para encontrar otro trabajo». Y entonces le surgió una oportunidad laboral. El negocio iba bien, «aunque Amazon está haciendo un destrozo en el pequeño comercio», pero el fallecimiento de su suegro ha desembocado en el fin de esta aventura que ha durado tres generaciones. Antonio Fuster Segura abrió el establecimiento en Jaume II pero se trasladó a su ubicación actual.

«En los años 40 era el eje principal de Palma, la primera calle peatonal», cuenta Fuster, cuyo abuelo fabricaba zapatos en la trastienda. Luego cogió las riendas Enrique Fuster junto con su mujer María Bibiloni, a la que siguió la tercera generación, Fina González, mujer de Toni Fuster. Tras el fallecimiento de Enrique Fuster este verano, sus tres hijos tuvieron que plantearse qué hacer con el edificio que alberga este local. «Surgió la oportunidad y se vendió el inmueble. No había continuidad. Mis hijos han emprendido una carrera y no seguirán el negocio», dice Fuster.

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Fina González se despedía emocionada de una clienta habitual.

Como si todo se pusiera de acuerdo, a Fina le surgió al mismo tiempo empleo en su antiguo trabajo, como comercial de coches. «Necesitaba tranquilidad y estabilidad, ¿cuánto me hubiera quedado de jubilación como autónoma?», cuenta González, que acudió este lunes por última vez al negocio. «Me he dado cuenta de que tenemos una clientela que nos quiere mucho», dice visiblemente emocionada. Durante dos décadas ha estado llevando las riendas de este negocio familiar que ha luchado contra la transformación de Sindicat y los cambios de hábitos de los compradores. La Elegancia se despide así de Palma.