Solar de la calle Cabrera 37, en La Soledat. | Teresa Ayuga

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El fantasma de la heroína regresa a la barriada de La Soledat y un solar privado se ha convertido en el quebradero de cabeza de los vecinos. El número 37 de la calle Cabrera se ha convertido en destino de escombros ilegales pero también aparecen jeringuillas en las aceras, un recuerdo terrible de la década de los ochenta. Los vecinos están desesperados. En ese espacio había una casa que fue derribada y allí dejaron los restos. Desde entonces, multitud de furgonetas acuden a ese lugar para tirar escombros para ahorrarse los gastos de la gestión de residuos. Y de paso, se convirtió en refugio de los yonquis que se inyectan heroína. «Han llegado a pincharse incluso en la acera. Llega la policía y les pide que se vayan. La verdad es que normalmente no molestan. Vienen aquí hombres y mujeres desde hace dos años», cuenta un vecino que reside en las inmediaciones.

Este residente, que pide ser no identificado por temor a represalias, lleva ocho años viviendo en el barrio. «Es un sitio tranquilo, las viviendas están muy bien de precio y los vecinos nos llevamos muy bien, pero luego tenemos este foco de basura y de drogadicción al que el Ajuntament no pone solución». Advierte que «los yonquis se meten al fondo del solar y han llegado a saltar el muro para colarse en el patio de unos vecinos». El solar es propiedad de una extranjera «que no se hace cargo de los restos del derribo de la antigua casa, que fue okupada por drogadictos. Ha puesto el solar a la venta por 125.000 euros y no ha sido capaz de vallarlo para evitar que entren».

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Las jeringuillas son visibles desde la acera.

Pozo peligroso

A su lado hay otro espacio, esta vez público, que albergará viviendas protegidas. En este caso sí está vallado pero los alimentadores de gatos abrieron un boquete en las vallas para meter comida y los incívicos aprovechan para seguir tirando escombros. «En este solar hay señalizado un pozo que no está sellado y tenemos miedo de que los niños del barrio se cuelen y haya un accidente», explica el vecino. Nieves Gutiérrez es otra vecina que vive en La Soledat desde hace dos años.

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Nieves Gutiérrez, junto al solar público.

«Últimamente hay más yonquis en el barrio. No se meten contigo, no te piden nada y no son violentos. Se van a dormir a los coches abandonados aquí al lado. Cuando los queman, después los convierten en contenedores de escombros», explica. Mientras tanto, en las calles colindantes se siguen construyendo VPO y nuevos edificios en el Nou Llevant, «con pisos que valen 350.000 euros con una habitación». El contraste entre una calle y otra revela dos mundos en un mismo barrio. Los vecinos de toda la vida de La Soledat solo piden poder vivir con tranquilidad.