Matilde Landa causó una honda impresión en las mujeres que compartieron reclusión con ella. | Redacción Local

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Este lunes, 26 de septiembre, se cumplen ochenta años de la muerte de Matilde Landa, militante comunista de referencia y persona significada con la justicia social y la igualdad que se suicidó estando presa en la cárcel de mujeres represaliadas del franquismo de Can Sales, en Palma, tras sufrir todo tipo de presiones para recibir el primer sacramento de los católicos. Se suicidó «o la suicidaron», a la usanza de la represión argentina como dice Maria Antònia Oliver de Memòria de Mallorca, quien evoca en esta fecha señalada el legado de una mujer de principios y fiel a su ideología hasta el último instante.

Su figura ha sido muy estudiada y divulgada, y su historia conocida y reivindicada por aquellos que desde sus mismos postulados políticos mantuvieron viva la llama de la oposición al franquismo hasta los tiempos incipientes de la democracia. Como dice el profesor Antoni Janer, «hoy que sabemos que la ultraderecha gobernará en Italia, toca recordar esta triste efeméride» que tuvo lugar tal día como hoy en el centro de la capital balear.

Matilde Landa nació en una familia acomodada de Badajoz (Extremadura). Sin embargo, en su casa no compartían los valores tradicionalistas más comunes para la época. Desde pequeña le inculcaron firmes principios laicos y progresistas. Asimismo, era una persona de gran carisma, algo que junto a una exquisita formación y una vida cultivada la convirtieron pronto en un referente comunista. Al ser detenida en las acaballas de la Guerra Civil en Madrid los golpistas la condenaron a muerte. Sin embargo, la intercesión de alguien bien posicionado le conmutó la pena.

Eso sí, debía cumplir prisión cuanto más lejos mejor. Y Palma se encuentra bastante lejos de la Meseta. Nada más llegar a Can Sales, la cárcel de mujeres instalada en el lugar donde hoy se ubica una biblioteca pública, Matilde Landa empezó a ser muy conocida entre las reclusas, con quienes trataba de compartir sus experiencias y hacerles la vida más sencilla. En la cárcel palmesana –la misma de donde unos años antes sacaron a la Roges del Molinar una Nit de Reis para fusilarlas–, las autoridades militares y las monjas de Acción Católica al cuidado de las almas de las presas pusieron pronto el foco en ella.

Una singularidad la hacía más distinta aun al resto: no estaba bautizada y no quería oír nada sobre pilas bautismales y agua bendita. Podría estar presa, pasando penurias y amputada de libertad, pero en su vida en cierta forma seguía mandando ella. Soportó las tensiones cuanto pudo, incluso cuando las autoridades amenazaron con negar el alimento a los hijos de sus compañeras por su testarudez, algo que la condenó al ostracismo.

PALMA. HISTORIA. PLACA EN CAN SALAS EN HONOR A MATILDE LANDA.
Placa conmemorativa de los hechos en la antigua cárcel palmesana. Foto: R.L.

Janer menciona en uno de sus populares hilos en Twitter que «en la tarde del 26 de septiembre de 1942 Landa ya no pudo más y se precipitó desde la galería superior de la cárcel. Cuando estaba agonizando la bautizaron in articulo mortis en contra de su voluntad. Las monjas atribuyeron su caída a un ataque epiléptico». Nuevamente la intercesión de alguien influyente posibilitó que a Matilde Landa le concedieran un nicho en el cementerio de Palma, donde algunas organizaciones políticas y sindicales la han venido recordando desde la llegada de la democracia y la libertad.

«Matilde Landa es un sinónimo de fortaleza y alma fiel a unos principios de corte comunista, republicanos y laicos. Podría aglutinar una serie de conceptos tales como fidelidad, orgullo, valores, laicismo, heroicidad», dice al respecto de esta mujer el politólogo Miguel Carranza, para quien Matilde Landa «tiene más que merecido el nombre referente del movimiento feminista, comunista y laico, y sus virtudes la convertirían en un referente ciudadano aún en el siglo XXI».

El estudioso, que es a su vez doctor en Historia y miembro de la ejecutiva de Esquerra Unida (EUIB) en las Islas, destaca de Matilde Landa que a pesar de «su corta vida» –se suicidó con 38 años de edad– fue una «colaboracionista en el mundo de la salud, estando al frente de Socorro Rojo Internacional durante la guerra civil española, y en la Oficina de Penadas que ella misma montó en la prisión de Madrid antes de que fuese trasladada a su destino final, Palma».

En este sentido, «dice mucho de la voluntad y fortaleza individual, el hecho que primen los principios y los valores a la hora de querer continuar el camino de la vida, pues al verse acorralada, previo chantaje de poder alimentar a los niños de las demás presas si se bautizaba, decidió algo, que a la vista de quien se sienta en la capacidad de juzgar el obrar de los demás podría considerarse egoísta, pero al final fue una decisión de lo más social que se podía considerar. La repercusión histórica de ese acto de valentía marcaría un camino para todos aquellos que nos decidimos a seguirlo; el camino de la justicia social, el republicanismo y el laicismo» sentencia Carranza.

Por su parte, la presidenta de Memòria de Mallorca incide en que «no era para nada usual ver a alguien viviendo así en ese momento histórico, con una hija, sin estar casada, y siendo tan culta y solidaria como era». «De Matilde Landa destacaría su firmeza, sus principios laicos arraigados. También debemos recordar en este mes de septiembre a Pilar Sánchez, militante socialista que fue violada y asesinada. Nombrarlas y recordarlas es una forma de homenajearlas, de recuperar su memoria».