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Tras las Torres del Temple, que están pendiente de acoger el Museo de Historia de la Ciudad, en el corazón del Casc Antic, se esconden una serie de patios y edificios en los que se lleva a cabo una gran labor social. Se cumplen 140 años del nacimiento del Llar del Temple, que acoge a 40 menores vulnerables y ayuda a sus familias. Se sigue así la labor que inició Leocadia Togores i Zaforteza, condesa de Ayamans.

Tras comprar el Temple y solares adyacentes, el 25 de diciembre de 1882 fundó el Asilo de la Sagrada Familia para acoger a niñas huérfanas o en situación de pobreza. Para atender esta obra nació la Congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia, más conocidas como las Vermelletes. La primera de estas niñas acogidas en el origen del Llars del Temple fue Joaquina Fullana. «La condesa de Ayamans paseaba por Palma cuando vio a un hombre que iba a tirar a un bebé recién nacido al torrente porque no podía atenderla, tras la muerte de la madre en el parto», contó Boni Martínez, gerente de Llars El Temple.

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Boni Martínez en la cocina de uno de los apartamentos que se convierte en el hogar de los menores acogidos.

Más tarde, Joaquina Fullana se sumó a las Vermelletes y cuidó de otras niñas vulnerables hasta su temprana muerte, a los 22 años. Fueron años difíciles, en los que las religiosas mendicantes conseguían alimentar a las niñas pidiendo comida puerta a puerta o en los huertos. Magela Sosa, directora de Llars El Temple, recordó que «en 1974 apenas quedaban Vermelletes y la congregación de religiosas Terciarias Trinitarias asumió Llars». Ese año entró María Isabel Ferrer, representante de las Trinitarias, que a sus 84 años sigue al pie del cañón. «En aquel momento solo había un gran dormitorio común con largas filas de camas», señaló Ferrer. Llegó el momento de profesionalizar el Llars del Temple, cuando el Consell de Mallorca asume los gastos de la atención, y ahora es un lugar con cinco apartamentos que acogen a 40 menores de entre 13 y 18 años que han vivido situaciones muy duras y que están arropados por 53 profesionales, que les ayudan a tener una vida normal.

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Habitación de una de las menores que vive en Llars El Temple.

María Isabel es conocida como sa Padrineta del Temple, que incluso cuando era pequeña recuerda cómo se acercaba a ver el belén y na Miqueleta, una muñeca mecanizada que era la atracción de los niños palmesanos de los años 60, les daba un cacahuete o un caramelo a cambio de unas monedas. El ingenio para conseguir fondos era infinito. Han sido días difíciles para los jóvenes de El Temple, así como para muchos menores. «Determinadas informaciones periodísticas han ido en detrimento de la protección de menores», señaló sutilmente Magela Sosa.

Al igual que Joaquina Fullana, muchos jóvenes que pasaron por Llars El Temple regresan a su hogar de visita para presentarles a sus hijos, les invitan a sus bodas o incluso se quedan trabajando en él como psicólogos, trabajadores sociales o cuidadores tras acabar sus estudios. Así se cierra el círculo de cuidado a menores.