Operarios limpian y ponen a punto una pista de autos de choque. | Teresa Ayuga

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El 15 de marzo de 2020 la Fira del Ram echó el cierre por la pandemia pocos días después de que iniciara su actividad. Hoy, casi dos años después, el recinto de Son Fusteret registra de nuevo movimiento con unos feriantes deseosos de volver a la actividad. No es para menos: a lo largo de estos dos años los empresarios del sector se han endeudado para sobrevivir y algunos, incluso, han tenido que malvender sus atracciones o los muebles de su casa. «Muchos han tenido que cambiar de empleo y se han puesto a trabajar como camioneros en Alemania o transportando palets», explicó Javier Barranco, presidente de la Asociación de Feriantes de Balears. En su asociación hay alrededor de 40 familias que viven de la feria de atracciones, a las que se sumarán otras 70 que llegarán en breve a Palma para iniciar la primera Fira del Ram de la pandemia.

Ahora se enfrentan a una cita con muchas dudas. «Nos acaban de decir que la factura de electricidad se duplica. Antes de la pandemia pagábamos 100.000 euros de factura y ahora tenemos que dejar un depósito de 219.000 euros, pero probablemente tengamos que pagar más de electricidad», contó con pesar Barranco, que sigue echando cuentas de los nuevos gastos que tienen que afrontar. Más seguridad en el recinto, más controles en las atracciones y geles hidroalcohólicos serán las novedades. Barranco muestra su preocupación por el uso de mascarilla: «Sabemos que el jueves ya no se tienen que utilizar en exteriores. Solo pedimos al Govern que sean claros y tajantes en la normativa y nos digan si tenemos que utilizarla y cómo».

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Soraya Garcías y Javier Barranco.

Los feriantes se han sentido durante todos estos meses como una especie de chivo expiatorio. Mientras se celebraban conciertos al aire libre y otras actividades de ocio y había centros comerciales abiertos, la Fira del Ram tuvo que echar el cierre sin posibilidad de negociación. «Desde Salut se han disculpado porque reconocen que la tomaron con nosotros», dijo Barranco. Mientras tanto Soraya Garcías empieza a montar colchonetas infantiles. «Casi se nos ha olvidado cómo se hacía», explicó. Ella ha podido sobrevivir estos dos años gracias a que justo cuando se decretó la pandemia acababa de vender su piso. «No tenía hipoteca. Hemos tirado de ahorros y créditos ICO, muchos han aguantado por las moratorias y endeudándonos. Hay compañeros que han tenido que ir a comedores sociales», señaló.

A Son Fusteret van llegando camiones cargados de atracciones que vienen de otros puntos del país. Toca la puesta a punto para reiniciar la actividad. Y advirtieron que en el norte de España acaban de prohibir la celebración de ferias de atracciones. La incertidumbre vuelve a planear sobre este sector que durante meses se estuvo manifestando ante la sede del Parlament balear. «Entendemos la situación, pero algunos han tenido que vender su atracciones y bajar los precios un 40 por ciento para encontrar un comprador. Ahora empezamos a remontar», sentenció Barranco.