‘La silla vacía’. El Teatre Mar i Terra acogió hace poco la actividad ‘La silla vacía’, que consistió en una ceremonia para acoger a personas que han perdido un ser querido y viven la Navidad muy mal al haber una silla vacía en su hogar. Se les recordó con gestos simbólicos de alivio. | Pilar Pellicer

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La crisis económica, la cada vez mayor esperanza de vida o el problema de la soledad en una sociedad individualista están detrás de los movimientos de ayuda o solidaridad entre vecinos, una necesidad que el coronavirus ha desenmascarado con crudeza en el primer mundo. Palma no es una excepción y durante esta crisis sanitaria sin precedentes muchas personas o colectivos se organizaron para atender a las personas más vulnerables. De esto y de más va el proyecto PalmaCompasiva que, con anterioridad a la pandemia, aterrizó en la ciudad. Fue en enero de 2019 como complemento a los cuidados paliativos de las administraciones, que no alcanzan a cubrir todas las necesidades que tiene una persona en el contexto de final de vida.

Marian García es la coordinadora de esta iniciativa que forma parte de un movimiento global de ciudades compasivas que nació en Londres y que ya se está moviendo por todo el mundo. En España hay otras urbes que forman parte de esta red, es el caso de Vitoria, Vic o Sevilla. El objetivo, explica Marian, es «recuperar la solidaridad vecinal e implicar a los ciudadanos en el cuidado de otras personas, ampliando su alcance no solo a los enfermos o a las personas que están en la última etapa de su vida, sino también a aquellas que viven en una soledad no deseada».

En estos momentos el proyecto está implantado en los barrios de Son Dameto y Blanquerna pero ya se trabaja para su extensión a otras zonas, como la de la Plaza de Toros. Son los llamados Núcleos Compasivos, ramas del proyecto madre que, con el tiempo, adquirirán su independencia». «Cada ciudad –prosigue la coordinadora– tiene sus propias peculiaridades, porque no hay un modelo uniforme, pero todas nos basamos en la carta de Allan Kellehear sobre ciudades compasivas». En Palma el proyecto tiene tres focos de acción: sensibilización y concienciación sobre la vulnerabilidad o la soledad no deseada; la formación en compasión, escucha y maneras de abordar el acompañamiento a una persona vulnerable y, por último, la actividad concreta en los barrios de vecino a vecino.

«El objetivo es que no haya ni una sola persona viviendo en soledad no deseada que no tenga la presencia y la voz de otro ser humano a diario. Que personas mueran solas en casa y no se sepa nada hasta pasados días es intolerable en una sociedad humana, es un fracaso en el cuidado de los otros y en la compasión». En los Núcleos Compasivos un grupo de personas se encarga de movilizar a los vecinos para que se animen a colaborar en distintas iniciativas. «Hemos descubierto que hay mucha gente con ganas de ayudar, de acompañar y de preocuparse por los demás. También es importante primero detectar los casos de vulnerabilidad en la zona y después poner de acuerdo a unos con otros».

La coordinadora insiste en la importancia de la formación «para hacer este acompañamiento de forma respetuosa y efectiva». «La compasión debe ser bien entendida porque la gente normalmente rehuye esa palabra y por eso en la formación se deja muy claro que nos estamos refiriendo a una compasión en horizontal donde el cuidado y el cuidador están en el mismo sitio, tú me necesitas hoy y mañana te puedo necesitar yo».
Los servicios públicos, admite Marian, «llegan hasta donde llegan, tienen su función imprescindible pero hemos perdido lo que antes era normal, el apoyo en los pueblos entre los vecinos, y este proyecto trata es de recuperar esa solidaridad innata».