Cartel de protesta de una vivienda en Santa Catalina. | M. À. Cañellas

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Los vecinos se han puesto en pie de guerra y han comenzado a colgar pancartas bajo el lema ‘Silencio, Respeto, Civismo’. La Associació Barri Cívic de Santa Catalina ha impulsado esta campaña aunque fuentes de la entidad advierten que «no todos los vecinos se atreven a colgar los carteles. Tienen miedo de significarse porque luego reciben insultos de algunos hosteleros».

Los residentes piden auxilio ya que, desde el levantamiento del toque de queda, la situación se ha vuelto insostenible en la barriada.

Otra campaña que se ha puesto en marcha pidiendo civismo, en esta ocasión impulsada por la Associació de Veïns i Amics de Santa Catalina, cuenta con un acuerdo de convivencia con la Asociación de Restauración de Santa Catalina y el mercado de la barriada. Todos, residentes y empresarios, están de acuerdo en que hace falta más vigilancia.

Permisividad

Desde la Associació de Barri Cívic reconocen que poner los carteles «supone mal rollo. El otro día un vecino le pidió a un músico que dejara de tocar y le agredió. Saben donde vivimos», dicen fuentes de esta entidad, que advierten que han sufrido insultos o persecuciones por parte de algunos empresarios.

De ahí esta llamada de auxilio con carteles, reclamando más ayuda por parte del Ajuntament. «Llevamos diez años con un modelo de ocio pasado de rosca, basado en la masificación de negocios, en los que no hay inspecciones y sí permisividad. Los hay que no tienen licencia de bar ni restaurante».

«Estamos teniendo reuniones con la edil de Seguretat Ciutadana, Joana Maria Adrover. Somos varias las barriadas afectadas por el ocio noctuno. Necesitamos más vigilancia y más sanciones». El objetivo es revertir «el proceso de magalufización» de la zona.

Jacinta Galindo, Associació de Veïns i Amics de Santa Catalina, señala que junto con restauradores y mercado preparan otra campaña para reclaman civismo. «Tenemos una gran acumulación de gente en el barrio. Necesitamos un control total y absoluto de las licencias, pero falta personal». Galindo dice que «nunca había visto tantos hosteleros incumplir las normas. No pueden ganar dinero a costa de los vecinos».