Instalaciones adaptadas de Aspace en la Carretera Vieja de Bunyola. | Pere Bergas

TW
3

El parque es de todos. Seguro que han oído mil veces esa expresión con respecto a un espacio de juego al que a diario acuden muchos niños y niñas en todas las localidades de nuestras Islas, a excepción de los tiempos pandémicos en los cuales han permanecido cerrados. Sin embargo, ese espacio público en el que todos los pequeños deberían de encontrar su encaje se revela para algunos como poco amigable, e incluso hostil.

En algunos casos lo más importante no es pasarlo bien en compañía de los amigos. A veces, en relación a esos casos particulares, los comentarios desacertados y las miradas de incomprensión, en muchos casos por parte de los mayores, demuestran que no hemos avanzado tanto como creemos. Todavía hoy, en pleno siglo XXI, aun cuesta poner en práctica que todos somos diferentes y especiales.

Tal vez ese déficit de naturalidad se empezaría a corregir si más iniciativas como esta salieran adelante. Catalina, una madre de Palma, tiene una hija con discapacidad y sabe de primera mano «lo duro que es para un niño con diversidad funcional no poder jugar con sus hermanos y amigos en los parques porque no están adaptados».

Noticias relacionadas

Mientras el Ajuntament de Palma hace bandera del Parc de la Riera familias como la de Catalina afirman que estas instalaciones tienen «numerosas barreras arquitectónicas que hacen que no sea accesible ni seguro». Ello impide «a muchos niños con diversidad funcional jugar en él o hacerlo de forma autónoma», especialmente aquellos que cuentan con algún problema de movilidad.

Por ejemplo su hija necesita «la ayuda de dos adultos para acceder a algunos columpios, uno que la ayude a subir desde arriba y otra persona que la sujete desde abajo». Por otra parte, los niños con movilidad reducida no pueden acceder a ningún columpio, ya que estos son muy pequeños y carecen de arnés de seguridad.

Son problemáticas concretas con respecto a las cuales el actual equipo de gobierno de Cort dice ser sensible. De hecho los ciudadanos de Palma votaron en los presupuestos participativos la transformación del parque de la Femu, entre Son Oliva y el Amanecer, en un parque universal. «De aquello han pasado más de dos años y muchos niños palmesanos siguen sin un parque en el que poder jugar», lamenta Catalina, por lo que ha pasado a la acción.

A través de la plataforma Change.org la madre ha iniciado una petición, que se acerca al millar de apoyos, que exige la apertura de un espacio en la capital balear totalmente adaptado y acorde a las necesidades de todos los niños que habitan en ella. Porque todos los niños y niñas tienen derecho a jugar, y además los expertos avalan el juego como un componente esencial en su desarrollo.