Palma se ha unido a otras 23 ciudades de todo el país que han limitado su velocidad a 30 km/ h para evitar accidentes, reducir la polución y la contaminación acústica. | Teresa Ayuga

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Se acabó eso de levantarse con el tiempo justo para llegar puntual al trabajo. Palma lleva casi una semana echando el freno al acelerador. El miércoles, la capital palmesana amaneció con una nueva limitación de velocidad para los vehículos que a diario recorren sus calles, y que desde ahora tan solo podrán circular a 30 km/h en nueve de cada diez vías de la ciudad.

Una ordenanza municipal de la que se congratulan entidades como Vianants en Lluita, que llevaba tres años batallando para que se aprobara: «Es un primer paso imprescindible hacia el modelo de ciudad del siglo XXI. La pacificación del tráfico hace que la gente pueda caminar de forma tranquila y que los ciclistas y los usuarios de vehículos de movilidad personal circulen por la calzada sin temor a ser arrollados», señala Sonia Jichi, portavoz de la asociación de peatones.

Por su parte, el Colectivo Palma Verde se alegra de que por fin la capital palmesana entre en el club de las ciudades 30, pero advierte de que «vamos muy atrasados, teniendo en cuenta, por ejemplo, que en Alemania la primera zona 30 existe desde 1983», recuerda José Javier Mascarell, portavoz de este laboratorio de ideas para mejorar la calidad de vida de los palmesanos.

Ciutat ha pasado a engrosar una lista, junto a otras 23 ciudades españolas que ya disponen, de forma total o parcial, de un límite de velocidad de 30 km/h. Se trata de A Coruña, Vigo, Pontevedra, Oviedo, León, Santander, Bilbao, Burgos, Pamplona, Barcelona, Tarragona, Cáceres, Soria, Zaragoza, Salamanca, Madrid, Albacete, València, Murcia, Sevilla, Cádiz, Málaga y Las Palmas.

La entrada en vigor de Ciutat 30 en Palma ha coincidido con el anuncio de la DGT de que reducirá la velocidad máxima permitida en todas las ciudades españolas hasta los 30 kilómetros por hora, incluso valora llegar a limitarla a 20 km/h como sucede en otros países, para frenar el incremento de accidentes en vías urbanas de los últimos años. Palma, por una vez, ha hecho los deberes antes de tiempo.

Más fallecidos en ciudad

Coches, motos, vehículos industriales, peatones, bicicletas… todos son actores de un mismo escenario, pero no todos parten de las mismas condiciones cuando se produce un accidente. Las autoridades intentan que esa desigualdad no sea mortal y por eso insisten en rebajar el límite de velocidad para reducir sus consecuencias negativas. ¿Cuál es el objetivo? Menos accidentes, contaminación y ruido.

La polución fue una de las señales de alarma del Consistorio que lidera Ada Colau en Barcelona para avanzar en la limitación a 30, y que en 2021 pretende llegar al 75 % de la ciudad: «El informe de Salud pública era muy claro: más de 1.000 muertos por contaminación del aire en 2019, aumento de casos de asma y hasta un 11 % los de cáncer de pulmón. Con semejante realidad, nadie podía quedarse con los brazos cruzados», dice Carlos Ortí, vicepresidente de Catalunya Camina.

Solo hay que ver las cifras para constatar la epidemia de atropellos en vías urbanas: las ciudades concentraron un 30 por ciento de todos los decesos por tráfico en España, el porcentaje más alto desde que se dispone de registros. En el núcleo urbano de Palma, por ejemplo, se produjeron 28 víctimas mortales entre 2013 y 2018, todos viandantes atropellados.

PALMA DOMINICAL PALMA CIUTAT 30 FOTO MOREY
Palma. La capital palmesana reduce la velocidad a 30 en el 90 % de las calles.

Como advierten desde las dos entidades peatonales palmesanas, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en caso de golpear a un peatón a 30, la probabilidad de matarle se reduce a un 10 %, mientras que a 40 km/h aumenta hasta el 50 %. «El propósito de pacificar el tráfico es salvar vidas, y eso pasa por actuar en las calles más peligrosas. Justo después del confinamiento dos peatones fallecieron con pocos días de diferencia a causa de la velocidad en Avenida Argentina, una vía limitada a 40 km/h sobre la que todavía no se han tomado medidas», lamenta Sonia Jichi, de Vianats en Lluita.

En este sentido, pone como ejemplo modélico el caso de Pontevedra, ciudad pionera desde 2011 en limitar la velocidad y el acceso a vehículos a motor en su casco urbano. ¿Saben cuántas personas han fallecido en la ciudad gallega desde esa fecha? Ninguna. «Aquí el peatón es el rey –afirma Enrique Pérez, portavoz de la asociación de peatones pontevedresa Nós Camiñamos–. Se ha invertido la pirámide de movilidad. Ahora en la cúspide están los peatones y las personas con movilidad reducida, seguidos de las bicicletas, el transporte público y, por último, el vehículo privado», señala.

9 de cada diez calles

El proyecto de Ciutat 30 es, sin duda, ambicioso: nueve de cada diez calles tienen ese límite de velocidad. Pero para llegar al 100 por 100 todavía queda un trecho. A esa cifra ha llegado Bilbao, que el 21 de septiembre se convirtió en la primera ciudad del mundo de más de 300.000 habitantes con la velocidad limitada a 30, aunque bien es verdad que hasta esta fecha el 87 % de las vías urbanas ya lo estaban. «Hay más de 105.000 conductores circulando dentro de Bilbao diariamente. Es un impacto acústico y de contaminación enorme. Hacía falta dar este paso para lograr una ciudad sostenible y con futuro», asevera Xabier Abian, secretario de Bilbon Oinez, entidad para la promoción de la movilidad peatonal en la capital vizcaína.

Bilbao implanta el límite de 30 km/h a partir de este martes
Bilbao. La capital vizcaína es Ciudad 30 desde septiembre.

Desde el Colectivo Palma Verde recuerdan que la reducción de la velocidad no puede ser una excusa para dejar de construir nuevos carriles bici, al tiempo que denuncian que en el nuevo bulevar del Palau de Congressos han llegado a medir coches a 100 km/h cuando las señales indican 60; lo mismo, en las zonas 30 ya existentes en Palma e incluso en las nuevas de Es Rafal. «No queremos una simple campaña informativa con dibujitos y cambio de señales. No basta con eso. Si no, este proyecto será un paripé», apuntilla José Javier Mascarell.