Imagen de la protesta de este miércoles, ante una de las entradas del Mercat de Pere Garau, en el momento en que tenían que haber instalado sus puestos de venta ambulante. | Pilar Pellicer

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Hay una inusitada agitación a la entrada del Mercat de Pere Garau, el más ‘auténtico’ en opinión de mucha gente, de los mercados municipales de Palma. Pero todo ese movimiento no tiene que ver con algo que ocurrirá sino con algo que no llegará a suceder: contrariamente a las nuevas directrices del Ajuntament, ninguno de los puestos de ropa y calzado ocuparán el lugar que tienen reservado en un espacio que, por tanto, se quedará tan vacío como en los tiempos del confinamiento obligado que se ordenó el sábado 14 del pasado marzo.

El estado de alarma llega este jueves a la jornada que hace 96. El miércoles es uno de los tres días de la semana (los otros son el lunes y el viernes) asignados por Cort para la venta de productos textiles y de otros que no tengan que ver con la alimentación. El gran día de ventas en Pere Grau es el sábado y, ese día, queda ahora reservado para frutas, lechugas y productos del campo. Eso no ha sentado nada bien. Ha caído muy mal.

Enriqueta Truyols es la presidenta de la asociación de venta ambulante de Balears. Está en la puerta del mercado junto a un centenar de vendedores y vendedores. Han llegado hasta allí no para montar sus puestos sino para protestar por sus nuevos días de ubicación. Explica que en el Ajuntament no dan su brazo a torcer y que han venido a quejarse; a hablar con los medios de comunicación, con quienes vayan a hacer sus compras al interior o con quien quiera escucharles.

Y eso es lo que hace Truyols y quienes le acompañan en su reivindicación: Juan Antonio Fernández, Miguel Vargas o Luis Escalona, entre otros.

El fondo de la cuestión, explican, es que el Mercat de Pere Garau no es el único mercado de Mallorca y que la venta ambulante consiste en eso: en moverse de un sitio a otro. Los miércoles, por ejemplo, hay mercados en Llucmajor, Andratx, Son Servera y otros municipios de la Isla. Este miércoles han perdido el jornal ya que no estarán ni en un sitio ni en otro. Y si el fondo de la cuestión es ese, la cuestión de fondo es que el mejor día es el sábado.

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Un barrio vulnerable

Algo más de un centenar de personas, «en representación de 150 familias» se fotografían varias veces ante la puerta principal. Como recuerdo, para difundir la imagen por las redes o a petición de medios informativos. «Fuimos los primeros en parar nuestra actividad y seremos los últimos en empezarla», indica Truyols que –añade– sus puestos dan vida al mercado y que no se puede ir despistando a la gente con los cambios. El de Pere Garau, insiste, es uno de los mejores y «ahora esta vacío».

Vendedores del interior les dan la razón. Jaime atiende en un puesto de encurtido y no entiende cómo «en grandes superficies que no voy a nombrar para no hacer propaganda», es más fácil entrar y circular que en Pere Garau. Antes se entraba y salía por cualquier puerta y ahora no. Y añade: «Este es un barrio con poco poder adquisitivo, la gente tendrá que hacer grandes esfuerzos por la crisis, es una población vulnerable y hay que ponérselo fácil».

Hay una discreta presencia de agentes de policía local y un inspector de mercados toma nota de lo que ocurre. Explica que incluso antes de que se iniciara la pandemia «aquí fuera no se guardaban las distancias y era imposible moverse por los puestos», ya que coincidían todos en un mismo día. Imagina que aunque no hayan montado esta mañana sus tenderetes de venta, habrá quienes lo hagan.

Ya han vuelto a autorizarse otros mercados y mercadillos ambulantes: el del Coll d’en Rabassa, el de Son Ferriol, el de La Vileta, el de Can Pastilla, el del Arenal... Y será el próximo viernes cuando retome su actividad el de las Maravillas. Tiene una particularidad: que es nocturno.

El Ajuntament volverá a reunirse con la asociación de venta ambulante. Es decir: que esta historia continuará.