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Seguro que, a no ser por el tráfico de la carretera, el ambiente del primer día del estado de alarma –que llega este miércoles al que hace 88– no debió diferenciarse mucho del que se dibuja esta mañana en Establiments.

El trino de los pájaros, uno de los sonidos icónicos de los tiempos del confinamiento, sigue dominando –abstrayéndose, una vez más de la carretera– sobre todos los demás. Y si alguien dijera que el viejo e inexistente tranvía de Palma, que dejó de funcionar en 1959, iba dar la vuelta en la plaza del Rutló, es posible que no sorprendiera demasiado en estos momentos.

Es Racó de n'Ángela es el único de los dos establecimientos abiertos en la plaza; el otro es la farmacia, y (a excepción de otros dos en la carretera) son los únicos de todo.

Establiments, la última frontera de Palma. Es un barrio de 2.926 habitantes (según datos del INE de 2019) que llegó a ser ayuntamiento propio y que también formó parte de Esporles tiempos atrás. Su vida es de pequeño pueblo y por eso se libró de los horarios impuestos para los primeros paseos.

Es Racó lo es todo en uno: panadería, frutería, tienda de alimentación en general, bar y quiosco. Lo lleva Ángela Navarro, que cuenta que Establiments es como un pueblo, un pueblo pequeño y que la gente no termina de decidirse a salir. Dice que antes en esa plaza estaba el Pac, pero que las consultas han sido derivada a Camp Redó y que la actividad es mínima. El centro de mayores cerró cuando se inició el estado de alarma y sigue cerrado. También cerró la biblioteca y «ya no hay bares y alguno desapareció antes de que yo naciera» y otros resucitaron brevemente. La actriz y agitadora cultural Aina Compte tuvo abierto uno hace algunos años. Un tobogán es el único elemento infantil de la zona de juegos de la Plaça Nova. Y está precintado. Unos gatos duermen tranquilamente al sol y no hay nada que les despiste. Ni el paso del autobús ni ciclistas ni motoristas. El bus pasa semivacío. Es como si el tiempo estuviera doblemente detenido desde mucho antes de que empezara el estado de alarma, y éste apenas hubiera alterado el día a día.

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Ángela en su comercio.

Sobre un bar

Saluda Bastian Hanke desde el balcón de su casa. Es un observatorio privilegiado de todo lo que se mueve por la zona. Bastian Hanke aplaudió muchas tardes desde el balcón, que fue lo que hizo la mayoría de gente durante todo este tiempo.

Lo que ahora es su casa fue el bar más conocido del lugar, Can Miquelet. Debajo está –cerrado– el centro de reunión de la gente mayor.

Hanke, como indica su apellido, es de origen alemán. Llegó a la Isla con ocho meses por lo que «me considero más de aquí que de ningún lado».

Sabe que la próxima semana empezará una experiencia piloto para atraer turismo de Alemania. «Que se queden ahí», dice sonriendo. Trabaja en hostelería. Se dedica (o dedicaba) a la animación en hoteles. Tiene 42 años.

Eugenio Bravo y Alberto Novo coinciden en la plaza. El primero es profesor. Profesor del centro de mayores. Entre otras cosas, enseña a utilizar internet y el manejo de teléfonos móviles. Estos días no trabaja ya que el centro está cerrado, «y no sabemos todavía cuando abrirá». Su interlocutor fue, durante una época, dirigente de la asociación de personas mayores. En el local de lo que, en el pasado, fue Can Miquelet, se reúnen más de noventa personas. En lo que coinciden ambos (tanto Eugenio como Alberto) es que las personas mayores son protagonistas absolutos de cuando se organizan las fiestas locales, que son en julio. Qué ocurrirá este año queda en manos del Ajuntament de Palma.

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Eugenio y Alberto conversando.

Hay dos quejas que se plantean reiteradamente desde Establiments. Una es la peligrosa carretera (el nuevo Pac y el casal están al otro lado) y la actividad de las canteras. Establiments es Palma y no lo es. Todo a la vez. Igual que el tiempo: que pasa y no pasa.