El oficiante exhibe una reliquia de Santa Rita que no se puede besar. | Jaume Morey

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Aclarar, de entrada, que eso de ‘Santa Rita Rita, lo que se da no se quita’ es lo más parecido a lo que hoy podría definirse como fake news y que nada tiene que ver con algo avalado por la Iglesia ni con la vida y muerte de la mujer, luego santa, cuya festividad se celebra cada año. También en el 2020, marcado para siempre por el estado de alarma que llega este sábado a su día 70.

Y no es cualquiera quien aclara este asunto (la irrealidad del refrán sobre la santa de Casia), sino el padre agustino Jesús Miguel Benítez, rector de Nostra Senyora del Socors y que está organizándolo todo para la celebración de diez misas seguidas, todas ellas con los condicionantes a los que obligan las normas de distanciamiento, higiene y protección por la pandemia.

El padre Benítez es un personaje peculiar, un andaluz abierto y campechano que tiene las ideas muy claras y que puede llegar a sorprender en una primera conversación. Está en la sacristía, se ríe cuando le preguntan por el refrán y comenta que «después de Einstein nadie puede decir esa frase»; que es cierto (eso sí) que se la tiene por «abogada de los imposibles» y que dio prueba de ello en su vida de (dice) «mujer maltratada». El rector del Socors ha elegido el repicar de campanas como tono del timbre de su teléfono móvil.

La misa de diez no la oficiará él, sino otro padre agustino, el padre Pedro José. La siguiente la dará el padre José Luis y el rector se encargará de la de 12, que además se emite por Facebook. Hay un tope de aforo para todas las celebraciones y entre una y otra se desinfectan los bancos con una solución de hidrogel. Germán es uno de los que se dedican a ir banco por banco con un aspersor. También vigila, junto a otras personas, que se cumplan las normas de distanciamiento. Si quienes están demasiado cerca en un banco son de la misma familia, no dice nada. Si sabe que no es así, les avisa.

El padre Benítez recuerda que otros años han pasado 5.000 personas por la iglesia para venerar a la santa de Casia. Por eso ha habido más misas y se han habilitados dos recorridos: uno para asistir a la ceremonia y otro para las visitas y entrega de ramos de flores. Estas visitas no se interrumpen durante la ceremonia. Todo parece que se está desarrollando como estaba previsto.

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Hay quienes han hecho saber al rector (quiere que eso quede claro, que es rector y no párroco pues la del Socors no es una parroquia sino la iglesia del colegio de San Agustín) que les ha parecido excesivo que durante el estado de alarma hubieran estado cerrados los lugares de culto.

Los pobres levantan su voz

El padre Pedro José, que oficia la misa de las 10, se refiere a la santa como «Rita» y glosa su lado humano. También explica que fue «una mujer maltratada» y añade que ese hecho, el haber hecho cambiar a su marido, es lo que hace que sea tenida por «abogada de causas imposibles». Y añade que eso no es fácil. Agradece la asistencia y explica cómo hay que pasar a la comunión y que cuando exhiba la «reliquia» de la santa no la podrán besar, «como os gustaría» pero que es suficiente con una leve inclinación.

El padre José Luis, que será el encargado de las lecturas de la misa siguiente (el Evangelio es el de Juan) tiene una voz potente y se encarga de la parte cantada de la ceremonia. Lo hace a cappella, que es como interpreta también el himno de Santa Rita de Casia y cuya letrilla final incluye lo siguiente: «Los pobres enfermos levantan su voz y esperan remedio por tu protección».

Hay estampitas sobre una mesa para que las recoja quien quiera. El padre Benítez ha abierto uno de los paquetes en la sacristía. Estaban envueltos y precintados. Quienes acuden a la iglesia, como quienes están habituados a manejar papel, expresan sus dudas de que éste, el papel, contagie. Y menos, si lleva en un lado una oración a la «abogada de los imposibles».

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