La Fundación Palma XXI coordina una serie de itinerarios para que los palmesanos redescubran las joyas escondidas de los barrios que conforman el Eixample de Ciutat.

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¿Sabían que el actual conjunto de S’Escorxador cesó su actividad en 1982 como matadero municipal y apunto estuvo de albergar a finales de la década de los ochenta la facultad de Derecho de la UIB? ¿O que toda la corona de Avingudes está salpicada aún hoy por algunos de los inmuebles más emblemáticos del poderío económico de la burguesía palmesana de principios del siglo XX, como el edificio popularmente conocido como Triquet o Espiga de oro, ubicado en el número 74 de la calle Sindicato? Sin olvidar el importante punto de reunión que fue en el pasado la Plaça de Guillem Moragues, antes la Antiga Plaça de la Manxeta, donde hasta los años 60 los vecinos de la barriada de Pere Garau acudían a proveerse de agua potable y cotilleos en una fuente hoy desaparecida.

Son solo algunas de las curiosidades incluidas en los cuatro itinerarios que prepara la Fundación Palma XXI, que por una vez se alejan completamente de los habituales circuitos turísticos del centro de Palma para focalizarse en la historia, el urbanismo y las joyas arquitectónicas y patrimoniales de barrios palmesanos del Eixample, como Santa Catalina, Avingudes, s’Escorxador o Pere Garau. Como señala la arquitecta Cristina Llorente, una de las dos cabezas pensantes del equipo Arquitectives, que ha coordinado la puesta en marcha de estas rutas off track, «hay vida más allá del Casc Antic».

Fuera del radar

La urbanización de Palma se circunscribió durante siglos exclusivamente a lo que hoy llamamos el centro histórico. Y no se empezó a extender más allá de sus muros hasta principios del siglo XX, mediante la aprobación del proyecto de Bernat Calvet, en 1901, creando la Palma del futuro, una urbe en forma de abanico en cuya confluencia se encontraba la ciudad histórica, que vería desaparecer una parte importante de sus murallas. Pero la urbanización de esta Palma extramuros resultó ser mucho más lenta de lo que se esperaba.

Tras el paréntesis de la Guerra Civil y los años de posguerra nos encontramos con un panorama de calles y zonas por urbanizar, así como la aparición de núcleos urbanos, fuera de la ordenación del ensanche. Urgía una visión de conjunto de todo el proceso urbanizador del municipio, que corrió a cargo del arquitecto Gabriel Alomar. Lástima que no tuvo la capacidad de dar respuesta al gran desarrollismo que vivió la capital palmesana en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta, como tampoco lo logró el PGOU de 1963. Palma necesitaba crecer para dar cabida a residentes de la part forana y peninsulares atraídos por el boom turístico. Durante años primó la cantidad sobre la calidad.

«Con más de cien años de historia, podemos afirmar que el Eixample ya es ‘otro centro histórico’ de Palma –dice Cristina Llorente–. No solo es testigo y testimonio del crecimiento de la capital palmesana durante décadas, sino que también es todo un abecedario de la arquitectura del siglo XX, donde nos topamos con ejemplos de estilo regionalista, racionalista o modernista en la misma manzana», enumera la arquitecta, al tiempo que recuerda la importancia de dotar a los barrios «de vida, ser autosuficientes, pero además ser polos de atracción para los ciudadanos».

Este es el objetivo que pretendía conseguir el Plan de Ordenación Urbana (PGOU) de Palma de 1973, ideado por el urbanista y arquitecto Manuel Ribas Piera, ya fallecido. Este ambicioso plan intentaba frenar el fuerte crecimiento en una Palma desbordada por el aumento demográfico, la industrialización y el turismo. Para ello pretendía limitar la altura de los edificios, organizar la ciudad en diez barriadas periféricas a las que dotar de equipamientos e infraestructuras, queriendo establecer una especie de pequeñas urbanizaciones satélites que conformarían la ciudad. La iniciativa fue un fracaso, debido, principalmente, a la falta de complicidad de la iniciativa privada.

«Quizá no tenemos el mejor Eixample del mundo, sobre todo para esa tendencia urbanística tan en boga que apuesta por la democratización de las ciudades, es decir, quitar protagonismo a los vehículos y devolver la urbe al ciudadano de a pie. Porque en muchos barrios de Palma nos topamos con calles y aceras súper estrechas, difíciles de expandir. Pero a pesar de estos problemas hay puntos de atracción muy interesantes repartidos por toda la corona de la urbe. El anillo de Avingudes, por ejemplo, en el que comenzó ‘la nueva ciudad’ a comienzos del siglo XX, acumula joyas arquitectónicas de gran nivel; o la zona de la Plaza de Toros es muy interesante por estar conformada por obras racionalistas casi desconocidas para el gran público, pero sin duda estimables», señala Llorente, que anima a los palmesanos a «investigar y descubrir la parte de su ciudad donde realizan las actividades más cotidianas».

Desconexión

«La idea de crear estos circuitos nace de la pretensión de que el Eixample deje de ser el eterno olvidado de las rutas turísticas, y de demostrar que es una zona que esconde puntos de interés a reivindicar», explica el arquitecto Pere Rabassa, que llevó a cabo en los 80 la reforma de uno de los edificios más emblemáticos del nuevo eixample, S’Escorxador.

Este conjunto arquitectónico, por ejemplo, se ha convertido en un espacio de referencia de la zona, combinando al mismo tiempo la actividad administrativa, asistencial y de ocio para los palmesanos de la barriada. «Un espacio así ayuda a tener actividad en las calles colindantes», recuerda Rabassa, cono sucede también con el gran eje cívico que supuso la peatonalización de la conocida calle Blanquerna.

En este sentido, Rabassa llama la atención sobre la importancia de los mercados de abastos tradicionales, como el de Santa Catalina o Pere Garau, y lanza un mensaje sobre el papel que podría adquirir en el barrio de Santa Catalina la Plaza Progreso, «si se aprovechara mejor, porque requiere una ordenación mejor del espacio», argumenta el arquitecto.

La respuesta es clara cuando se le pregunta si el Eixample palmesano no tiene ningún valor o, como dicen muchos ciudadanos entre risas, es simplemente feo: «No lo es, pero la densidad no ayuda. Tenemos un problema con las medianeras –aquellos paramentos verticales que separan dos edificios colindantes y que es compartido parcial o totalmente por ambos, y que a raíz de cambios urbanísticos quedan expuestas a la visión del público–, las alturas y, sobre todo, con el número de coches existentes. Para dar un giro a esto hace falta un cambio cultural, apostando por el transporte público y la bicicleta», finaliza Pere Rabassa.

La visión ecológica

Una visión importante de estos itinerarios por la Palma menos turística la ha aportado Antoni Martínez, doctor en Ecología, que ha colaborado en las guías para incorporar la perspectiva ecológica en la mirada del paisaje urbano. Para Martínez, «el urbanismo es una pieza clave de la estrategia de futuro, no solo de la capital palmesana, sino de la Isla».

En este sentido, recuerda valores importantes de Palma: por un lado, habla de la línea marítima desde la muralla, con la Seu y sa Llotja, llegando hasta Porto Pi, que «es de alta calidad, pero claramente mejorable, y con peligros ligados al cambio climático». Y se refiere también a Avingudes, proyectado inicialmente como un boulevard de escala humana y comercial, con dos filas de árboles de hasta 12 metros. «Este proyecto podría revisarse y adaptarse al siglo XXI, creando un perímetro que permitiría ir del Baluard del Príncep al Bastió de Sant Pere a través de un corredor de sombra y, además, de conexión con las zonas verdes y rutas blandas del Eixam- ple. Llegando a más, ya que la apuesta de Martínez aboga por unir estos espacios verdes con los corredores ecológicos de la Serra de Tramuntana y los corredores rurales del Pla planificados en el Plan Territorial de Mallorca, allá por los años 80. «Palma no ha de ser una ciudad grande en una isla pequeña, sino una gran ciudad en una gran Isla», finaliza Toni Martínez.

Cuatro itinerarios por Palma

palma dominical reortaje rutas eixample santa catalina foto more

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Santa Catalina. Diversas imágenes del barrio, como la calle Fábrica, el Teatre Mar i Terra, el edificio modernista Can Pujol y el Passadís Valdés Leal.

S’Escorxador. Imagen del antiguo matadero, rehabilitado en 1987, y del Coliseu balear.

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Avingudes. La estación del tren de Sóller y Can Maneu, conocido popularmente como Triquet, de 1902.

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Pere Garau. La casa Ferrer, de estilo racionalista, el mercado en la Plaça Pere Garau y la fachada de la Clínica Valdés.