Luca, que regenta un local italiano, preparando un pedido a domicilio. | Pere Bota

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Los dados se lanzan en el cuarto día de confinamiento: Alea iacta est (la suerte está echada), se repiten en bucle los restaurantes de Palma, uno de los sectores más azotados por la crisis del coronavirus, cuando tiran de sus servicios a domicilios en tiempos de cuarentena. Los propietarios de este reportaje tienen en común que ‘caminan’ en la misma cuerda floja. Algunos no pueden cerrar, de momento, porque todavía dan servicio a un porcentaje de ciudadanos que solicitan su servicio a través de la web. Otros, ya están vaciando sus neveras porque la situación es insostenible.

«Solo tenemos a una persona para hacer todo, la cocina y la recepción. No hacemos ni 200 euros de caja. Así que probablemente cerremos». Charo Ares está al frente de un vegetariano muy conocido de la ciudad. Mientras que su herboristería sobrevive, su restaurante sufre las consecuencias de la pandemia. Charo se pone fecha: «Si en tres días no funciona, cerraré también los pedidos ‘online’». Un italiano de la calle Sant Magí tiene un 30 % de su negocio a domicilio. «Hemos cerrado las puertas a los clientes, y significa pérdidas económicas importantes, pero se han duplicado las comandas por internet», defiende el propietario Luca Veronesi.

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Solidaridad

Hay bares que continúan dando un servicio mínimo a los pocos viandantes que tienen que salir a la calle. El que regenta Miquel Lluís Lliteras no solo ofrece café, pan o bocadillos para llevar, sino que también es el paraíso para los repartidores de comida que necesitan utilizar el lavabo durante su viaje a un domicilio.

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La solidaridad también ha llegado a una pizzería de Es Fortí, en Palma. Giulio Lopolito mantiene los pedidos a domicilio y también regala pan elaborado a «los más necesitados».

La familia de Giulio está sana en Bologna, una de las ciudades italianas poco azotadas por la COVID-19. «Estoy tranquilo, veo a mi hija por Skype y me cuenta que haven vida desde casa. Solo sale para comprar comida», explica. En su caso, no se han disparado las ventas a domicilio, pero sostiene que seguirá trabajando por si alguien necesita este servicio. «Todos vamos en el mismo barco ahora mismo».

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Con guantes, mascarillas o delantal. Así es el día a día de los trabajadores del sector hostelero todavía en funcionamiento. «Nosotros tomamos medidas de precaución cuando elaboramos las comandas», sostiene Natalia Rodríguez, al mando de un restaurante con opción vegana y sin gluten. Ante todo, dice, insta a sus clientes a que no salgan, que pidan a domicilio. Venden lento pero van saliendo del paso. «Hay miedo a gastar ahora mismo». Todos los entrevistados coinciden en que, de momento, mantienen el horario habitual, y que reducirán parte de la carta dependiendo de los proveedores.

«Los pedidos online funcionan en aquellos negocios que ya tenían implantado este sistema», reconoce el presidente de la asociación de restauración de Mallorca, Alfonso Robledo. Si bien, no responde a todos los negocios de Mallorca. Pero en general, «no se sabe qué nos va a pasar. Lo cierto es que todos se verán tocados».