Aurelia Cabrera, Pedro Gómez, Antonio García y Manuela Fernández. | miquel a. cañellas

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Pedro Gómez y Antonio García eran dos jóvenes encofradores pero, cansados de las duras condiciones de trabajo y sobre todo de lo tarde que cobraban por su labor, decidieron cambiar de oficio y se hicieron cargo de la antigua Bodega Aguiló, en Son Forteza. «Yo vivía justo encima y Antonio a la vuelta de la esquina», comenta Pedro, quien tenía algo de experiencia en el sector al haber trabajado como aprendiz en la cafetería Río, situada en la calle Arxiduc Lluís Salvador. Ambos tenían la idea de probar uno o dos años con el bar, al que cambiaron el nombre. «No nos podíamos quedar con el nombre antiguo porque hacía referencia al apellido del dueño y lo cambiamos. Como justo enfrente de la entrada está la pared de la Vía de Cintura, se me ocurrió ponerle El Muro», explica Pedro.

Aurelia Cabrera y Manuela Fernández, las mujeres de los dos socios, han tenido un papel capital en el buen hacer de este local gracias a su labor en los fogones. «Al principio quedábamos en mi casa para ver el estilo de cada una y luego ya trabajamos por separado hasta que instalaron la cocina en el bar», comenta Aurelia.

A base de mucho esfuerzo, unos productos que más caseros no podían ser y un horario ininterrumpido entre 06.30 y 22.30 horas, el bar ha dado para alimentar a estas dos familias, que cuentan en total con seis hijos.

«Ahora es el momento de disfrutar de ellos y de los nietos», comentan las dos parejas. La palabra vacaciones hace años que no formaba parte de su vocabulario. «No hemos cerrado ni un día», explican.

Ahora que se acerca el final –lo más seguro es que el local sea traspasado en pocos días– Pedro quiere aprovechar la ocasión para agradecer la fidelidad de su clientela. «Ha sido un motivo de alegría muy grande ver cómo en la barra se han llegado a juntar tres generaciones para tomar el aperitivo. Es el mejor recuerdo que uno puede tener».