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Cuenta la leyenda que los lugares bajos y oscuros, como el laberinto de cloacas de Palma, eran el cubil predilecto de un gran dragón que aterrorizaba a la población local allá por el siglo XVII. Como ya habrán adivinado esa bestia fue nombrada como el Drac de Na Coca, y ahora ha vuelto a pasearse por la Palma subterránea, de la mano de las entidades de la sociedad civil, para reclamar más espacios públicos para los entes cívicos que se autoorganizan.

La asociación de vecinos de Canamunt y la entidad lúdico-festiva Orgull Llonguet han hecho pasear a la réplica del Drac de Na Coca por las galerías de la plaça Major de Palma, para mostrar su rechazo a la posibilidad de que estas se conviertan en un aparcamiento, puesto que consideran que se podría aprovechar mejor con otras fórmulas alternativas.

Recordemos que los socialistas, que cuentan con mayor peso en el balance de fuerzas del Pacte en el Ajuntament de Palma, son proclives a destinar las actuales galerías de la plaça Major a un párquing subterráneo.

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La del Drac de na Coca es, a buen seguro, una de las leyendas que gozan de más popularidad en Ciutat, y tiene además elementos de un cierto trasfondo histórico. Se dice que la gran bestia dormía de día en el subsuelo y durante la noche salía al exterior, con el objetivo de alimentarse de aquel incauto que se le pusiera a tiro.

La población estaba angustiada y nadie osaba hacer frente a una criatura descrita como un bicho enorme, con una piel recubierta de duras escamas y una larga cola serpenteante. Eso fue así hasta que se plantó en Palma el valeroso caballero Bartomeu Coch, gobernador de Alcúdia, quien con pretensiones amorosas se adentró en las puertas de la murada por la calle de la Portella.

Ya estando con su amada los sorprendió el dragón. Coch desenvainó su espada y tras una dura lucha acabó dando muerte al mítico animal, cual Sant Jordi. Después se lo llevó ante ella, como muestra de su amor. Eso se cuenta al menos. La verdad es que sus descendientes donaron a la ciudad un animal embalsamado, que hoy en día es un reclamo principal del Museu Diocesà.