La Mari, en plena actuación. | Javi Padilla

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Los conciertos de la Plaça d’Espanya de Palma pusieron este domingo por la noche el broche a las fiestas de Sant Sebastià. After Suns, un conjunto local bregado en la música popular de revetla, alzaba el telón ante un aforo que crecía por momentos en el Concierto de la Cope.

A continuación subió al escenario el quinteto The Turners, una banda especializada en darle un nuevo aire al repertorio de la reina del rock, Tina Turner, repleto de hits que evocan con euforia los años 80.

Tras el aperitivo, llegaría el plato principal: La Mari, uno de los eslabones más representativos del ‪flamenco‬ chill, género que cruza el ‪flamenco‬ y sus diferentes palos con música electrónica. Muchas cosas han cambiado en el horizonte de La Mari desde aquel 2001 que la encumbró al ritmo pegadizo de Pokito a poko. La más significativa, su renuncia a las bases chill out bailables y ensoñadoras. Hoy, esta mujer instintiva y visceral empasta un discurso que es un auténtico crisol de esencias mediterráneas, aliñadas con soul y un toquecito ‪flamenco. Este nuevo impulso, que perpetró junto al músico y compositor Javi Medina y su banda de acompañamiento, no solo le otorga más libertad para seguir explorando nuevos caminos, también revela su talante inquieto y transversal.

Ante una plaza cada vez más abarrotada, pese a las bajas temperaturas –nueve grados marcaba el termómetro– y la lluvia intermitentemente que hizo acto de presencia, fue desgranando su repertorio, canciones envueltas en un sonido potente y una puesta en escena austera y resultona.

Sin estridencias, con una humildad no exenta de carisma y un discurso populista, La Mari demostró que aún volando en solitario le sobran tablas para arrollar con su fusión entusiasta. Pese a ello, sabe que no podrá desprenderse del pasado: «Seré toda la vida La Mari de Chambao», decía en una entrevista.