Actuación de la formación Calabruix en la plaça Major durante la Revetla de Sant Sebastià | Jaume Morey

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Lo mejor: el encendido del Fogueró. Con la precisión de un ingeniero o ingeniera, el castillo de troncos se convirtió en una traca de fuegos artificiales gracias al lanzallamas del drac de na Coca. Inauguración formal de la revetla celebrada con alborozo transversal, ahí estaba el alcalde Noguera suponemos que aliviado después de traducir por tercera vez la web de las fiestas al castellano. La pira dio el sus para el ball de bot que despegó con Calabruix.

Música nostra fiel a los cánones. L’amo se Son Carabassa y un gentío bailando en corros de todos los tamaños. El tiempo acompañaba y se portó casi mejor a medida que se extendía la larga velada que empezaba a cerrarse más allá de las dos. Ni gota de frío, ni asomo de lluvia o humedad.

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Antes de L’Equilibriste (folk rock fusionado en local con unas gotas de mariachi y al son del acordeón), la confusión informativa: el Ajuntament anunciaba cuatro grupos pero la prensa se había desentendido de Galivança, vaya usted a saber el porqué del desajuste. Para disimularlo, una larga pausa que no disuadió al personal. Se animó la luminotecnia y la gente continuaba atestando la plaza al ritmo de esta fusión equilibrista.

Los boleros ya habían ido a la baja y todavía más con Elkin Robinson, un colombiano nacido en Providencia (una isla tropical más pequeña de Formentera) que puso todo el color y el calor que exigía una fiesta que había transcurrido en un ambiente de lo más distendido. Un muy buen batería y la guitarra entusiasta de Elkin pusieron ritmo y alegría, una jovialidad contagiando buen rollo («Gracias, Mallorca», «sed felices») que se extendía al abundante público, todo él gente joven, que seguía llenando casi media plaza bailando a su manera. Un reggae particular y cosmopolita, desbordante de fusión, que en tan poco sintoniza con la música tradicional del comienzo. O no: Jamaica, Providencia, Mallorca. Islas que cantan.