La lava avanzando por la carretera de La Laguna. | SERGIO PEREZ

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Las coladas de lava que fluyen desde el cono del volcán de La Palma que hizo erupción el 19 de septiembre han obligado este jueves a continuar con las evacuaciones, que desde el martes afectan a unas 1.200 personas según los datos censales, pero el avance del magma parece que se ralentiza después de haberse tragado un supermercado y atravesado un campo de fútbol.

El barrio de La Laguna, en Los Llanos de Aridane, ha quedado desierto al completo tras los desalojos del miércoles por la noche y del jueves por la mañana, ante la presencia de dos frentes de la colada norte que se están ralentizando precisamente por la viscosidad creciente derivada del material procedente de edificaciones que va destruyendo.

Y bajo tierra, a profundidades de más de diez kilómetros, se mantiene la sismicidad, que ha aumentado en intensidad hasta alcanzarse el máximo registrado en esta crisis volcánica, 4,5 de magnitud, un terremoto sentido en toda la isla a pesar de que estaba localizado a 37 kilómetros de la superficie.

La señal del tremor volcánico mantiene una amplitud media, y la deformación sigue estable excepto en la estación más cercana a los centros eruptivos.

En esa estación se ha medido una deformación en el terreno de cinco centímetros tras lo cual se ha dado aviso a los equipos de emergencia y científicos que trabajan sobre el terreno para que estén atentos.

La lava, que ha arrasado un millar de edificaciones, ocupa 675 hectáreas y la anchura máxima de las coladas es de 1.770 metros.

Los expertos del Plan de emergencias volcánica de Canarias distinguen dos coladas. Una de ellas, llamada la primigenia, bastante ralentizada, tiene tres brazos, dos de ellos por el sur de la montaña de Todoque y uno por el norte, que ha abortado su llegada al mar.

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De los brazos del sur, uno es el que ha formado un delta lávico y ha ganado terreno al mar y el otro el que se ha desviado por el Charco, que tampoco ha alcanzado la costa.
Pero la que preocupa ahora es la nueva colada que discurre hacia el noroeste y que a su vez tiene dos apéndices.

A uno le llaman el frente del Spar, por el nombre del supermercado del barrio de La Laguna que se ha tragado, y al otro le llaman el del campo de fútbol, al que ha llegado tras arrasar el polígono industrial del Callejón de la Gata.

Estos dos apéndices tuvieron hasta el miércoles «alta intensidad y bastante recorrido», pero están perdiendo fuerza mientras digieren el material de las construcciones que se tragan.

Y mientras la isla intenta recuperar cierta actividad normalizada, cuando ya los científicos han advertido de que ni a corto ni a medio plazo hay indicios de que la erupción se vaya a detener.

La Consejería de Educación ha anunciado que el lunes 18 de octubre se reanudarán las clases en Los Llanos de Aridane, El Paso y Tazacorte, un mes después de ser interrumpidas, y tras un intento infructuoso para la apertura de los colegios esta semana.
Como explicó este jueves en el Parlamento autonómico el presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, esta dramática situación no es fácil para nadie, toda la sociedad está afectada, los damnificados «están rotos» y los propios docentes están «en estado de shock».

«Uno se acerca a La Palma y lo que se respira es pena, tristeza, desolación, miedo al futuro. Pero también valentía, arrojo y esperanza. Los palmeros y las palmeras no se van a rendir», aseguró el presidente.

Torres, tras reconocer la impotencia ante el avance de la lava, se sintió reconfortado al recibir el respaldo a la actuación de su Gobierno de todos los grupos parlamentarios, también los de la oposición, que, sin perjuicio de que se mantendrán críticos y vigilantes, incluso felicitaron al presidente Pedro Sánchez, que ha estado cuatro veces en La Palma en menos de un mes.

Tanto Torres como los portavoces parlamentarios valoran la unidad de acción de todas las instituciones y partidos en esta catástrofe volcánica, la mayor en Europa en los últimos 100 años. «El enemigo es uno», el enemigo es el volcán, sentenció el presidente.